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Javier Fernández de Castro

 

Una (envidiable) ventaja que tienen los escritores chinos contemporáneos es que no necesitan romperse la cabeza a la hora de inventar una historia, por la misma razón que no les preocupan temas tales como la verosimilitud, la originalidad o incluso la estructuración y gestión del material narrativo. Con sólo que se limiten a poner en circulación unos cuantos personajes y seguir sus idas y venidas a lo largo de los días, todo lector occidental que sienta curiosidad por conocer los infinitos vericuetos y facetas del alma humana (incluida la china) tiene motivos de sobras para devorar página tras página, yendo de asombro en asombro. Es  más, casi me atrevería a asegurar que en Seda Roja el argumento (un asesino en serie que primero estrangula y desnuda a sus víctimas para luego vestirlas con un traje tradicional de seda estampada) es una distracción que impide concentrarse en la vida cotidiana del Shanghai que bulle más allá de las andanzas de ese tontazo directamente importado de Hollywood (y que, como se sabe, es un lugar donde hay más asesinos en serie que en todo el resto de Estados Unidos y el mundo entero).  

                A diferencia de los rusos (y me estoy refiriendo al día en que el animal de Gorbachov finiquitó de un plumazo el Estado soviético y dio por inaugurado el "tú roba bien y no mires a quién, ni te preocupes por el cómo") China está llevando a cabo una transición basada en el lema "un solo país y dos sistemas". En la práctica ello implica que un entramado socialista en fase terminal, pero que todavía es capaz de propinar zarpazos como Tiananmen, debe pilotar el paso a un capitalismo desaforado. El resultado, una corrupción que no tiene parangón con la rusa pero casi porque las estructuras estatales encargadas de poner el freno carecen de medios y argumentos morales, políticos, éticos e incluso racionales para hacer frente a los ríos de dinero que ahogan a todos salvo a los pocos afortunados capaces de mantenerse en la cresta de la ola y que según Qiu Xiaolong, el autor de Seda roja, son popularmente conocidos como "bolsillos repletos".  En ese caldo de cultivo sobrevive la China ancestral (reflejada en esta novela por los cursos de literatura clásica que está tomando el enigmático inspector Chen mientras el asesino hace de las suyas); también están los ya ancianos represaliados por la Revolución Cultural de Mao, que todavía viven bajos los efectos de las humillaciones y expolios sufridos a manos de los guardias rojos; los viejos funcionarios heredados del renqueante sistema socialista y que, pese a estar abocados a la desaparición, todavía son la única autoridad fuera del dinero; los jóvenes, totalmente ajenos al pasado y abiertos a los nuevos tiempos; y éstos, los nuevos tiempos, aquí representados por unos nuevos ricos entregados a la práctica de un capitalismo  salvaje y descarnado y al mismo tiempo de un refinamiento inimaginable  a ojos de Occidente.

Y ahí está para demostrarlo la escena cumbre de Seda roja, durante la cual el concienzudo inspector Chen (que se ha visto obligado a dejar momentáneamente sus estudios para dar su merecido al asesino) invita a éste a una cena fastuosa con el propósito de acorralarlo y lograr que confiese.  El banquete se abre con cuatro platillos fríos, especialidad de la casa: lenguas de gorrión fritas, patas de ganso maceradas en vino, ojos de buey estofados y labios de pescado con jengibre al vapor. Mientras los comensales hablan de esto y aquello, les sirven una culebra desollada viva en su presencia y otros muchos platos similares, aunque el momento decisivo escenificado por el astuto inspector Chen tiene lugar mientras sobre la mesa han puesto un infiernillo con un gran cuenco de cristal lleno de agua en la que sobrenada una tortuga que según vaya sintiendo el progresivo calor del agua tratará frenéticamente de escapar trepando por las paredes de cristal sin más resultado que caer una y otra vez y agitar el agua, disolviendo con ello unas especias y condimentos que acabarán perfumando su carne cuando, llegados los últimos estertores, los comensales decidan devorarla.

Quiero decir: con el tiempo, y sin brutalidades ni imposiciones forzadas, los japoneses han sabido explicar a Occidente sus tradiciones y mitos, igual  que sus gustos culinarios ya forman parte de los hábitos cotidianos de casi todo el mundo. Ahora llegan los chinos con sus cosas, pero con una diferencia que se nota muy claramente leyendo esta curiosa novela: Qiu Xiaolong es como un quintacolumnista que vive en St. Louis, Missouri, donde, siguiendo a su manera las enseñanzas de Derrida, escribe novelas a la última moda.  Es decir que,  así como lo japonés ha dejado de ser un producto exótico porque ha sido en cierto modo integrado, con estos recién llegados tenemos un largo camino que recorrer porque desde el año dos mil antes de Cristo los chinos ya eran chinos. Y por lo tanto se las saben todas, incluida la técnica para desestructurar una novela. Que también son ganas porque sólo con contar qué hacen y cómo viven los habitantes de Shanghai hay tema de sobra para llenar un ciclo como La comedia humana.

 

Seda roja

Qiu Xiaolong

Tusquets Editores

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Javier Fernández de Castro

Javier Fernández de Castro (Aranda de Duero, Burgos, 1942- Fontrubí, Barcelona, 2020) ejerció entre otros los oficios de corresponsal de prensa (Londres) y profesor universitario (San Sebastián), aunque mayoritariamente su actividad laboral estuvo vinculada al mundo editorial.  En paralelo a sus trabajos para unos y otros, se dedicó asiduamente a la escritura, contando en su haber con una decena de libros, en especial novelas.

Entre sus novelas se podrían destacar Laberinto de fango (1981), La novia del capitán (1986), La guerra de los trofeos (1986), Tiempo de Beleño ( 1995) y La tierra prometida (Premio Ciudad de Barcelona 1999). En el año 2000 publicó El cuento de la mucha muerte, rebautizado como Crónica por el editor, y que es la continuación de La tierra prometida. En 2008 apareció en Editorial  Bruguera,  Tres cuentos de otoño, su primera pero no última incursión en el relato corto. Póstumamente se ha publicado Una casa en el desierto (Alfaguara 2021).

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