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Obras completas. Narrativa

Eder. Óleo de Irene Gracia

Javier Fernández de Castro

Cuando la República de las Letras era democrática y libre –  es decir, antes de que los mercados la dejasen reducida a una especie de sucursal dentro del  negocio general  que nos anega a todos, republicanos o no – los viejos maestros utilizaron su experiencia para  poner en circulación unas cuantas máximas que terminaron adquiriendo la categoría de ley. Una de ellas aseguraba que escribir una mala novela conllevaba como penitencia cinco años en el purgatorio de la  no publicación. Otra norma decía que tras recibir un palo demoledor por parte de la crítica, a la víctima no le cabía otra que mantener una actitud de dignidad similar a la que debe adoptar un marido cuando sale a la luz pública su condición de cornúpeta irredento.  Y se aseguraba asimismo que la longevidad vital era condición indispensable para acceder al Olimpo, sobre todo porque si sobrevivías a todos tus contemporáneos pasabas a ser el portavoz y único representante autorizado de tu generación.

 

El contrapartida, la experiencia les decía a los viejos maestros que, una vez muertos, los grandes hombres deben esperar veinte años en el limbo del olvido antes de ser objeto de un regreso triunfal que les otorgará en propiedad  el siento que en vida ya ocupaban en el Olimpo. Aunque también cabe la posibilidad de la estancia en el limbo del olvido pase a ser definitiva, como les ha  ocurrido a tantos prohombres que en su día retenían la atención de las multitudes y hoy son unos perfectos desconocidos. Por poner sólo unos pocos ejemplos, los Cela, Alberti,  Gil de Biedma, Ruidrejo, Barral, Benet y demás parecen haberse sumido en el compás de espera del que hablaban los viejos maestros, y al cabo del cual se sabrá si vuelven o no para quedarse (una vez adquirida la condición de clásico).

Sin embargo, la conversión de la industria cultural (el propio término lo dice) en un negocio ha distorsionado los usos y costumbres republicanos y  ya nadie respeta los plazos de espera antes de someter al juicio público una nueva obra, la dignidad de los silencios tras un sonoro fracaso o el preceptivo alejamiento antes del regreso triunfal.  Y todo ello viene  cuento de la aparición del tomo dedicado a la narrativa de Francisco Ayala que ahora presenta Galaxia Gutenberg en edición de Antoni Munné.  Que se sepa, nadie le dio nunca un palo demoledor por ninguna de sus novelas, y eso que escribió la primera, Tragicomedia de un hombre sin espíritu (aparecida en 1925), cuando sólo contaba dieciséis años. Entre ésta y  El filósofo y un pirata, su última obra de ficción (aparecida en 1999, cuando contaba ya 93 años) fue dando a conocer  novelas como Historia de un amanecer (1926), y El boxeador y un ángel (1929) y Cazador en el alba (1930), sus obras más vanguardistas . Los años convulsos que precedieron a la Guerra Civil y el desarrollo y desenlace de la misma (exilio, así como su peregrinar por diversos países de acogida antes de recalar definitivamente en Estados Unidos), le impusieron un relativo parón, ya que las difíciles circunstancias vitales no le impidieron llevar a cabo la parte más sustancial de su obra, como por ejemplo la colección de cuentos  Los usurpadores (1940, que incluye el que probablemente sea su relato más celebrado,” El hechizado”),o sus novelas más conocidas,  La cabeza del cordero (1949) y El jardín de las delicias (1971).

Si la perduración depende de la longevidad, Francisco Ayala la tiene asegurada puesto que murió en 2009, a los 103 años de edad. Y en cuanto a la espera antes del regreso, ya digo que las reglas de juego andan muy perturbadas y uno no sabe qué dirían los viejos maestros si levantaran sus venerables cabezas. Cuando regresó del exilio, en los años 60 del siglo pasado, la comunidad republicana no sabía bien donde ubicarlo. No era uno de los rojazos al uso que volvía victorioso después de unos años de ostracismo, pero en la derecha  tampoco era muy apreciado porque en  novelas como Muertes de perro (1958) y El fondo del vaso (1962) no hacían un papel muy lucido  las dictaduras. Y como tampoco era un hombre conocido fuera de los círculos profesionales, sólo  poco a poco se le fue recuperando (académico desde 1983, varias veces propuesto para el premio Nobel de literatura, etc). La publicación de sus Obras Completas, avaladas por el reconocido prestigio de Galaxia Gutenberg, es una buena ocasión para que el público de habla española conozca de primera mano la obra de este hombre ampliamente valorado por su ejemplar honestidad intelectual.   

 

Obras Completas. Narrativa

Francisco Ayala

Galaxia Gutenberg

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Javier Fernández de Castro

Javier Fernández de Castro (Aranda de Duero, Burgos, 1942- Fontrubí, Barcelona, 2020) ejerció entre otros los oficios de corresponsal de prensa (Londres) y profesor universitario (San Sebastián), aunque mayoritariamente su actividad laboral estuvo vinculada al mundo editorial.  En paralelo a sus trabajos para unos y otros, se dedicó asiduamente a la escritura, contando en su haber con una decena de libros, en especial novelas.

Entre sus novelas se podrían destacar Laberinto de fango (1981), La novia del capitán (1986), La guerra de los trofeos (1986), Tiempo de Beleño ( 1995) y La tierra prometida (Premio Ciudad de Barcelona 1999). En el año 2000 publicó El cuento de la mucha muerte, rebautizado como Crónica por el editor, y que es la continuación de La tierra prometida. En 2008 apareció en Editorial  Bruguera,  Tres cuentos de otoño, su primera pero no última incursión en el relato corto. Póstumamente se ha publicado Una casa en el desierto (Alfaguara 2021).

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