Javier Fernández de Castro
En el 2000 Zadie Smith publicó Dientes blancos, una novela ambientada en el barrio de Willesden, en el Noroeste de Londres, y que pasa por ser uno de los crisoles multiculturales y multirraciales más complejos del mundo. Dientes blancos no era enteramente autobiográfica pero resultaba evidente que Zadie Smith había utilizado como material narrativo una gran parte de su propia , o muy próxima, experiencia personal.
En 2012, tres novelas y varios libros de ensayos literarios más tarde, Zadie Smith volvía con NW London a su Willesden natal. La experiencia ha demostrado en numerosas ocasiones que regresos al origen como este ocultan una cierta pérdida de creatividad e inventiva. Al fin y al cabo es más sencillo evocar la experiencia propia que fabular otras vidas y otros mundos totalmente ajenos al propio.
Pero en el caso de Zadie Smith, nada más lejos de la realidad que la sospecha de una pérdida de creatividad e inventiva narrativa. Es más. NW London supone un salto adelante estilístico y creativo tan gigantesco que a la propia Zadie Smith le va a costar años terminar de asimilar lo que ha hecho. Pero que nadie se llame a engaño. Se trata de una novela compleja y difícil, aparte de ser una obra polifónica: hay cuatro voces solistas que encauzan la narración en otros tantos momentos vitales (no necesariamente correlativos u ordenados temporalmente, aunque por algo digo que no es de lectura cómoda). Y también hay una infinita variedad de instrumentos de acompañamiento con sus respectivas voces, cadencias y melodías, y a nadie se le oculta que es prácticamente imposible armonizar y dar una suave unidad orquestal a semejante guirigay de sonidos. A ratos chirría, pero también es cierto que cuando se recupera la melodía es gloria pura.
La primera sección está encomendada a Leah, la única blanca envidiada además por sus compañeras─ contrincantes afrocaribeñas por haber pillado a un guapo peluquero de origen italocaribeño. Cosas de los willesdeanos. Esta primera sección titulada “visitación” tiene reminiscencias joyceanas claramente identificables pese a la barrera de la traducción (que por cierto ha tenido que ser una pesadilla brillantemente resulta por su autor, Javier Calvo), con sus monólogos interiores (“stream-of-consciousness”) y ese inconfundible “reverberar” de la calle en forma de retazos de conversaciones al vuelo, afirmaciones no atribuibles a nadie, descripciones sin punto de fuga…no me cabe la menor duda de que si Joyce tuviera que contar hoy sus percepciones callejeras dublinesas no lo haría de forma muy diferente a como lo hace Zadie Smith.
En la segunda sección, “invitado”, la narración, la sensibilidad y el desarrollo del acontecer están encomendados a Felix Cooper, también hijo de los gigantescos y destartalados bloques de apartamentos municipales donde han nacido y crecido los demás personajes y que van a tener una destacada presencia en la peripecia de este joven que después de haber sufrido lo peor del aprendizaje en la calle parece estar superando la etapa de drogodependencia para crearse una vida normal. Pero un detalle: en una de sus últimas intervenciones en la sección anterior, Leah ha escuchado en televisión que el espíritu del carnaval que está teniendo lugar esos días (se trata del celebérrimo carnaval jamaicano de Londres) ha quedado desvirtuado por la muerte de un joven llamado Félix a manos de dos navajeros de callejón. Es decir: a partir del momento en que el lector ha sido informado de que el protagonista de “invitado” va a morir en cualquier momento de forma inicua y sin sentido, todos sus gestos y movimientos, los sufrimientos del pasado, la actual lucha por salirse de la droga o su negra ausencia de futuro cobran una significación muy especial y este recurso narrativo tan sencillo permite a Zadie Smith contar una historia perfectamente vulgar y cotidiana que cobra sin grandilocuencias ni grandes pretensiones una conmovedora dimensión trágica.
Y otro tanto cabría decirse de las dos secciones que restan, dedicadas a Natalie y, en menor medida, a Nathan. El relato sigue siendo el mismo (Natalie es la amiga íntima de Leah, se han criado juntas en los bloques municipales, y aunque luego han tomado trayectorias distintas, siguen siendo el punto de referencia una de otra) pero la narración no tiene nada que ver, pues ahora avanza a base de pequeñas bocanadas vitales (185 en total) en ocasiones redactadas en unas pocas líneas de forma tradicional y otras veces recurriendo a bloques muy largos desarrollados con técnicas muy variadas. Es un prodigio percibir el odio que suscita Natalie por ser negra y creerse superior a las demás porque es abogada y está casada con un rico banquero antillano.
El desenlace, titulado “travesía” es un alucinante viaje a pie entre Willesden Lane y Kilburn High Road, y puesto que Zadie Smith ha decidido que sea el lector quien haga su propia lectura del mismo no voy a enredarme ahora en interpretaciones personales. Pero ya digo: aunque momento a momento NW London se deja leer con todo gusto, el conjunto es complejo y viene a confirmar por qué Zadie Smith esté considerada como una de las mejores novelistas de su generación.
NW London
Zadie Smith
Traducción de Javier Calvo
Salamandra