
Eder. Óleo de Irene Gracia
Javier Fernández de Castro
A la hora de describir el paisaje después de una batalla (y la que Sudáfrica libró contra sí misma se prolongó durante siglos) el narrador debe adoptar un tratamiento extremadamente cauteloso porque incluso quien elija para representar dicho paisaje una vía moderada, positiva y creadora, detrás de cada hecho que describa seguirá latiendo un mundo de violencia, injusticia, opresión, abuso y, más al fondo aún, de sangre, con el agravante de que los protagonistas no sólo han sobrevivido a la batalla sino que son los encargados de forjar un futuro para ellos y los suyos. Y de ahí la pertinencia de la cita del poeta Keoraptse Kgositsile, que abre el libro: "Aunque el hoy siga siendo un lugar peligroso donde vivir, el cinismo sería un lujo imprudente".
En Mejor hoy que mañana Nadie Gordimer ha elegido hablar de la Sudáfrica ya democrática, centrándose en un periodo que va desde mediados de la década de 1990 a finales de la década siguiente. Su múltiple, comprometido y siempre sutil entrecruzamiento de historias tiene como eje a Steven Reed, hijo de una judía y un cristiano, ambos blancos y de clase acomodada. En pleno apartheid, los conocimientos químicos de Steve le llevaron a ingresar en el CNA con la misión de fabricar bombas. Allí conoció a Jabuille Gramede, en lo sucesivo Jabu, nieta de un respetado líder zulú que en su día se saltó las convenciones al mandarla a Swazilandia para recibir una educación universitaria. Se casaron pese a la ley contra los matrimonios mixtos y llevaron una activa oposición al gobierno racista. Hoy, Steve da clases en la universidad y Jabu ejerce la abogacía. Tienen dos hijos, Sindiswe, una niña superdotada, y Gary Eliot. La familia Reed, más sus parientes, amigos, vecinos, compañeros de trabajo y algunos grupos marginados (como la colonia gay que ha ocupado una iglesia cercana a su casa) proporcionan a Nadine Gordimer material suficiente para tejer un universo complejo, inestable y potencialmente explosivo, regido además por unas leyes que muchas veces no están escritas y por lo tanto son muy difíciles de transmitir al lector. Por ejemplo cuando Steve se declara impotente para transformar los nuevos estamentos universitarios y Jabu piensa."Sólo puedes dar algo por inaccesible cuando estás acostumbrado a tenerlo todo. Cuando has sido blanco". O esta certera descripción de Steve y Jabu: "Pertenecen a un tiempo en que "ella era negra y él blanco" y era lo único que importaba. Ahí radicaba la identidad".
En esta Sudáfrica que gracias a Mandela no se sumió en un baño de sangre tras la caída del apartheid la raza ya no es motivo de una exclusión tan brutal como la de antes, pero no sólo persiste sino que ahora se ha añadido un nuevo factor que Nadie Gordimer expone sin rodeos: "la clase está sustituyendo a la raza como elemento tóxico diferenciador".
Todo el libro está impregnado de un sentimiento de tránsito, provisionalidad y sustitución de unos valores por otros admirablemente resumido en una sola frase: "Ahora todo es después". Nadine Gordimer podría haber elegido el tremendismo y el ajuste de cuentas pero ha preferido una vía moderada que puede valerle cierta incomprensión porque para muchos no son representativos de la Sudáfrica actual los vaivenes de los miembros de unas clases acomodadas que en el peor de los casos se podrían solventar con una emigración de lujo a Australia (compárese su suerte con la de las hordas de desheredados procedentes de los países vecinos y que por cruzar diariamente las fronteras en busca de trabajo han dado origen a un sentimiento entre la población negra local tan impensable unos años atrás como es la xenofobia: negros que excluyen a negros porque "no son de los nuestros"). Pero la autora logra la nada desdeñable hazaña de desentrañar limpiamenter la infinita variedad de contradicciones y cortapisas, aunque también los logros, que caracterizan a un pueblo en plena fase de formación como nación y que todavía tiene demasiado cerca un pasado terrible.
A este respecto es altamente recomendable una lectura en paralelo de J M Coetzee, cuyos libros están actualmente en las librerías. Él habla de una Sudáfrica que se reconoce en la de Nadine Gordimer pero que al mismo tiempo es radicalmente distinta. Al decir de sus críticos la narración de Coetzee queda deslegitimizada porque él fue de los privilegiados que eligieron el exilio dorado para no verse coaccionados por las lógicas limitaciones de una sociedad todavía profundamente perturbada. Dos versiones distintas de un mismo objeto narrativo.
Mejor hoy que mañana
Nadine Gordimer
Traducción de Miguel Temprano
Acantilado