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La retirada de Jenofonte

Javier Fernández de Castro

 

La Anábasis de Jenofonte es, en sí misma, una obra excepcional porque concurren en ella tres circunstancias que sólo rarísimas veces se dan al mismo tiempo en una obra. En primer lugar, el asunto del que trata es apasionante: el viaje de regreso de una tropa de mercenarios integrada por 10.000 hoplitas y  que, ante la imposibilidad de volver por donde han venido, se ven obligados a recorrer el camino de vuelta (2.500 km) por territorios desconocidos y cuyas condiciones naturales son extremas (desiertos y páramos invernales,  ríos tan infranqueables como las montañas y barrancos que les salen al paso, escasez de alimentos y una impedimenta muy precaria, etc). Y, por si fuera poco, siendo acosados por tropas enemigas  que les tienden trampas o acceden a firmar pactos que casi de inmediato serán traicionados.  

La segunda circunstancia a favor es que el encargado relatar tan improbable epopeya es un escritor excepcional, hasta el extremo de que su trabajo iba a tener seguidores tan señalados  como el Julio César de las Guerras de las Galias. La tercera y casi más feliz de las circunstancias es que el narrador, que encima se enroló sólo como cronista y no como soldado, acabó siendo el general encargado de llevar a buen puerto – y nunca mejor dicho –  la aventura común. Dicho en otras palabras, la Anábasis es una epopeya apasionante relatada por alguien que  no sólo poseía unas dotes de narración poco comunes sino que encima sabía de lo que hablaba, pues gran parte de los hechos narrados fueron consecuencia de sus decisiones. Otras sonadas retiradas, por ejemplo la del general británico Moore intentando alcanzar A Coruña siendo hostigado por las tropas napoleónicas; la del propio Napoleón a su vuelta de Moscú o el reembarco de las tropas británicas tras su intento fallido de tomar las costas francesas durante la II Guerra Mundial han contado con grandes cantores ( Guerra y Paz de Tolstoi, sin ir más lejos) pero que hablaban de oídas y por lo tanto les falta esa tensión que en cambio sí transmite quien está contando la historia desde dentro y es, al mismo tiempo, sujeto y objeto de la misma.  

                Desde ahora, el relato de Jenofonte cuenta con un complemento que a mi modo de ver es indispensable para todo aquél que se disponga a leer la Anábasis, no importa si es primerizo o reincidente. Y me refiero a La retirada de Jenofonte, de Robin Waterfield. Además de documentarse como se supone que debe hacer todo historiador que decide tratar un tema determinado, Waterfield ha seguido a bordo de un Land Rover el recorrido descrito por Jenofonte hace 2.400 años, por lo que el lector actual, si tiene la precaución de situar  el relato mediante los mapas de Google, puede seguir paso a paso la odisea porque Waterfield suministra los nombres actuales del país, la ciudad, el río o la montaña que Jenofonte cita según las denominaciones de la época. Incluso cree haber localizado los restos del monolito que alzaron los guerreros griegos cuando, a la vista del Mar Negro, gritaron el famoso: "¡Thálassa, thálassa!".

Por si fuera poco, Watefield cumple de sobras el propósito que anuncia en el prólogo: suministrar todos aquellos datos obviados por Jenofonte al dar por supuesto que el lector ya los conocía. Y se está refiriendo a detalles tan apasionantes como la técnica de combate de las legiones hoplitas, el sistema de reclutamiento, su entrenamiento y comportamiento en combate, la impedimenta e incluso los ritos funerarios. Cómo atraviesa un río caudaloso un ejército que viaja con caballos, carretas cargadas hasta los topes de víveres y armas o los soldados armados hasta los dientes. Cómo se alimenta un ejército en campaña, las técnicas de forrajeo y los sistemas de apoyo para que los campesinos no acaben con quienes están esquilmando sus campos y las provisiones que ellos necesitan para sobrevivir al inverno. Qué pasa cuando el ala  de un ejército logra derrotar a su oponente y se encela persiguiendo a esos guerreros que huyen y que serán vendidos como esclavos. Y lo mismo con las armas y armaduras de los muertos y heridos, que pasarán a engrosar el botín. Pero si hay suerte y se ganan batallas y crecen en exceso el botín y el número de esclavos, cómo se conservan dichas ganancias y cómo alimentar a los esclavos cuando escasea la comida. Lo dicho: un sin fin de cuestiones que los historiadores suelen olvidar porque las consideran insignificantes pero que, bien contadas, dan para un libro de esos que el lector cierra al terminar su lectura con la certeza de haber disfrutado de un relato apasionante, pero con la certeza también de haber aprendido un montón de cosas que siempre quiso saber y nunca se le ocurrió dónde buscarlas.

 

 

La retirada de Jenofonte 

Robin Waterfield

Gredos

 

 

 

  

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Javier Fernández de Castro

Javier Fernández de Castro (Aranda de Duero, Burgos, 1942- Fontrubí, Barcelona, 2020) ejerció entre otros los oficios de corresponsal de prensa (Londres) y profesor universitario (San Sebastián), aunque mayoritariamente su actividad laboral estuvo vinculada al mundo editorial.  En paralelo a sus trabajos para unos y otros, se dedicó asiduamente a la escritura, contando en su haber con una decena de libros, en especial novelas.

Entre sus novelas se podrían destacar Laberinto de fango (1981), La novia del capitán (1986), La guerra de los trofeos (1986), Tiempo de Beleño ( 1995) y La tierra prometida (Premio Ciudad de Barcelona 1999). En el año 2000 publicó El cuento de la mucha muerte, rebautizado como Crónica por el editor, y que es la continuación de La tierra prometida. En 2008 apareció en Editorial  Bruguera,  Tres cuentos de otoño, su primera pero no última incursión en el relato corto. Póstumamente se ha publicado Una casa en el desierto (Alfaguara 2021).

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