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La banda de los cuatro

Eder. Óleo de Irene Gracia

Javier Fernández de Castro

Para disfrutar al máximo de esta estupenda novela se necesitan tres condiciones, por cierto que bastante relacionadas entre sí. La primera es ser un incondicional de los cómics. Tanto por su estructura como por su desarrollo la novela podría servir de argumento a una interminable serie de historietas. Y no es casual que, años después de su publicación se prestase a ilustrarla Robert Crumb, es decir, uno de los dioses de la contracultura. Como es lógico, Crumb hizo una caracterización divina de los personajes principales y la editorial Berenice ha tenido el acierto de incluirlas en la presente edición.

La segunda condición es sentir una gran simpatía e interés por el movimiento contracultural y de  defensa de la naturaleza que surgió en los años 70 y que desde hace un par de años parece estar resurgiendo con el 15-M, los Indignados y  movimientos como Ocupa Wall Street, ahora ampliado a muchas otras ciudades de Estados Unidos. Sin pretender hacer ahora un análisis comparativo de los métodos y objetivos de quienes protestaban entonces y ahora, uno de los elementos clave en los indignados de entonces era el sentido del humor, que en esta novela está presente desde la primera a la última página y que en cambio está radicalmente ausente en los indignados de ahora. Quizás, como señala Chomsky, la gran diferencia estribe en que los de ahora han perdido toda esperanza y se mueven más por impulso de la desesperación que animados por la esperanza. La tercera y última condición, y ya digo que las tres están muy relacionadas, es tener un alma de friki más o menos explícitamente asumida, probablemente porque esa sea la única vía posible para escapar del desánimo y la falta de esperanza que nos caracteriza. Humor friki. Abstenerse los forofos del realismo social. O del realismo a secas.

Publicada por vez primera en 1975, The Monkey Wrench Gang, desenfadadamente traducida al castellano como La banda de la tenaza, cuenta la guerra imposible que declaran cuatro frikis irredentos contra el entonces todavía llamado desarrollo de la civilización, encarnado aquí por las centrales térmicas y nucleares, las minas, las presas, los puentes, las carreteras, los tendidos de alta tensión y demás artilugios ideados para arruinar la Tierra.

Doc Sarvis, un médico prestigioso con alma de gamberro y su novia, la rotunda, no menos gamberra y muy crumbiana Bonnie Azzbug, se alían con George Washington Hayduke, una especie de oso peludo recién llegado de Vietnam, y con "Seldom Seen" Smith, un guía turístico  fluvial, mormón y casado con tres mujeres, responsables ellas del mote que él sobrelleva con entereza (Seldon Seen significa Visto a duras penas, o algo así).  En tanto que nativo de la región y en tanto que trabajador de la naturaleza, Seldon Seen Smith siente un odio irrenunciable contra la presa del Gran Cañón, esa desgracia humana que además de arruinar para siempre uno de los ríos más hermosos de América (el Colorado) permitió la industrialización del gran desierto del sudoeste, una inmensa soledad en la que surgen aquí y allá rarezas como Las Vegas o Salt Lake City, sede mundial de los mormones. A Smith no le cuesta gran cosa sumar a la causa al doctor Sarvis y su novia porque éstos hace tiempo que recorren las carreteras prendiendo fuego a las vallas publicitarias. Hayduke, en cambio, no sólo se suma de inmediato a la guerra sino que debe ser refrenado todo el tiempo porque es un acérrimo de las armas y de complementos tan contundentes  como la dinamita.

Según vayan ampliando sus objetivos, fundamentalmente los bulldozers pero también todo tipo de instalaciones industriales e infraestructuras, la banda de los cuatro va creándose enemigos cada vez más peligrosos. Hasta que, justo el día de su inauguración, vuelan un puente sobre el Gran Cañón que debería unir Utah y Arizona. Ese es el arranque de la novela y, algo más adelante, el inicio de una delirante persecución por el desierto y en la que  intervienen fuerzas de tierra, mar y aire, o al menos fuerzas fluviales.

El autor, Edward Abbey, trabajó muchos años como ranger del National Park Service y conoce admirablemente los escenarios por los que transcurre la frenética acción. Los lectores de hoy tienen una ventaja sobre los originales, y me refiero al servicio de mapas de Google, que permiten seguir, como a vista de pájaro, las andanzas de esos cuatro terroristas impregnados de humanismo, pues su máxima es causar los máximos destrozos materiales pero sin poner en peligro vidas humanas.

La banda de la tenaza

Edward Abbey

Berenice

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Javier Fernández de Castro

Javier Fernández de Castro (Aranda de Duero, Burgos, 1942- Fontrubí, Barcelona, 2020) ejerció entre otros los oficios de corresponsal de prensa (Londres) y profesor universitario (San Sebastián), aunque mayoritariamente su actividad laboral estuvo vinculada al mundo editorial.  En paralelo a sus trabajos para unos y otros, se dedicó asiduamente a la escritura, contando en su haber con una decena de libros, en especial novelas.

Entre sus novelas se podrían destacar Laberinto de fango (1981), La novia del capitán (1986), La guerra de los trofeos (1986), Tiempo de Beleño ( 1995) y La tierra prometida (Premio Ciudad de Barcelona 1999). En el año 2000 publicó El cuento de la mucha muerte, rebautizado como Crónica por el editor, y que es la continuación de La tierra prometida. En 2008 apareció en Editorial  Bruguera,  Tres cuentos de otoño, su primera pero no última incursión en el relato corto. Póstumamente se ha publicado Una casa en el desierto (Alfaguara 2021).

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