Javier Fernández de Castro
Dionisio Ridruejo
Edición y Estudio introductorio Jordi Gracia
Centro de Estudios Políticos e Institucionales
Escrito en España empezó siendo una recopilación de artículos y conferencias que abarcaban de 1954 a 1958. La idea era ofrecer un amplio panorama de la situación en que se encontraban el Régimen de Franco y España en vísperas de la década de 1960. Pero el ensamblaje de un material tan disperso dejó tantos huecos a la vista que el autor decidió reescribir el libro todo de nuevo con ánimo de ofrecer una auténtica visión global. El resultado, lo dice él mismo en el prólogo, "aspira a ser un análisis objetivo sin dejar de ser un testimonio".
Para quien no conozca siquiera superficialmente las circunstancias vitales del autor -y pienso fundamentalmente en lectores muy jóvenes y/o de fuera de España- cuento a vuelapluma que Dionisio Ridruejo fue un falangista tan de primera hora que incluso le dio tiempo de participar en la redacción del himno de la Falange, el tan cantado como vilipendiado "Cara al sol". También fue un disidente tan de primera hora que tras ejercer cargos de responsabilidad, fundamentalmente el de Jefe de Propaganda durante la Guerra Civil, sus crecientes discrepancias con el bando ganador se tradujeron primero en un claro distanciamiento y luego en un enfrentamiento progresivamente enconado y que le costó varios juicios, multas y destierros hasta acabar en la cárcel. Tan complicada trayectoria le colocó en una situación imposible, pues si el gobierno franquista empezó a considerarle un traidor desde los primeros años 40, por su parte la oposición nunca acabó de fiarse de él ni le admitió como uno de los suyos. O sea, un auténtico paria que murió solo (1975) y sin que ningún grupo político avalase sus reiterados esfuerzos por participar en el proceso político que ya estaba teniendo lugar. Quien sienta curiosidad por este atormentado personaje tiene a su disposición Materiales para una biografía, de Jordi Gracia, el también editor y autor del excelente prólogo de Escrito en España.
Que un hombre como Ridruejo se decidiera en su día a "hacer un análisis objetivo" de la situación en que se encontraba España tras 20 años de franquismo tenía una ventaja evidente, pues los hechos y situaciones que analizaba los conocía de primera mano. Pero también tenía un inconveniente, y es la ya mencionada desconfianza que suscitaba un hombre cuya postura crítica frente a la situación sujeto de análisis no era fruto de una conversión violenta tipo Saulo sino de una lenta y madurada evolución que en el momento de ser escrito el presente libro, 1961, aún no había terminado. Lo cual no quiere decir que para entonces no mantuviese ya una postura crítica de una dureza extrema y desde luego insólita en un hombre que pretendía seguir viendo en España (fuera de la cárcel, se entiende) una vez publicado ese libro que finalmente hubo de ver la luz en Argentina.
El verdadero problema era, y en parte lo sigue siendo, de índole moral. Pues qué autoridad moral podía concederle el lector de entonces a un hombre que en buena parte era responsable de la situación que él mismo analizaba ahora con tanta crudeza.
Para el lector actual el problema es diferente, más que nada porque los casi 50 años transcurridos desde que Dionisio Ridruejo andaba escribiendo su libro "a ratos perdidos" han cerrado muchas heridas y atemperado los ánimos. Pero se pueden destacar dos circunstancias que estimulan la lectura de Escrito en España. Una es el hecho de leer hoy a toro muy pasado, cuando las predicciones y proyecciones de futuro que hace Dionisio Ridruejo ya son el pasado y se puede constatar el grado de acierto o yerro de aquél análisis.
La otra circunstancia, la que a mí más me interesa, tiene que ver con el lenguaje, pues siendo un contemporáneo que habla de hechos todavía vivos y sujetos a discusión (y basta ver lo que está saliendo a la luz junto con los muertos que aparecen en las fosas de la Guerra Civil) el de Dionisio Ridruejo es un discurso antiguo, pues pertenece a una época en la que todavía se concebía como posible intervenir para provocar un cambio en la condición humana. Una época, asómbrese quien lea esto hoy, en que la Declaración de Derechos humanos, la defensa de la libertad, la aspiración a la dignidad o la creencia en el respeto a los demás todavía figuraban en la lista de prioridades de una persona y no una sarta de aspiraciones ilusorias y de una ingenuidad lastimosa. ¿Hay de verdad algún padre, hoy, que inculque a su hijo el valor supremo de la honestidad? Si es así, que cese de inmediato en su empeño porque, si no lo está condenando a muerte, al menos va a hacer de su hijo el hazmerreir de sus contemporáneos.
Ridruejo estaba tan convencido de que el hombre tenía en su mano la posibilidad de cambiar el destino de todos que, tras renunciar a todos sus cargos y prebendas, se alistó como voluntario (y soldado raso) en la División Azul para combatir en Rusia al comunismo. Curiosamente, debemos agradecer que también en esto estuviese equivocado pues si llegan a vencer, él y las Panzerdivisionen de Hitler, la catástrofe universal hubiera sido aún peor de lo que está siendo.