Javier Fernández de Castro
Enrique Vila-Matas
Anagrama
Barcelona, 2008
Lo dice el título, Dietario voluble. Y por si cupiera alguna duda, la propia editorial lo confirma: es un diario literario. Y a continuación insiste: "El libro abarca los tres últimos años (2006-2008) del cuaderno de notas personal de Enrique Vila-Matas": de manera que sus lectores habituales están de enhorabuena porque se trata de un Vila-Matas en estado puro. Noticias y andanzas del autor, reflexiones, recuerdos y encuentros con amigos o desconocidos; personajes reales o de ficción, nuevas reflexiones y ocurrencias, viajes y enfermedades, un café tomado sin prisas en la terraza de un bar, un paseo por la calle de una ciudad europea o sudamericana, o lo que sea. Todo suma. Todo puede servir en tanto que material literario a condición de que se utilice como es debido, esto es, literariamente.
Sin embargo, y aunque se trata de un discurso fundamentalmente literario, no se desarrolla a la manera tradicional, por ejemplo, mediante el viejo esquema del planteamiento, nudo y desenlace. Ni tampoco avanza en función del referente cronológico que cabría esperar de un diario en el que incluso se señalan los meses y años. Al no existir el factor tiempo, el desarrollo del discurso no es lineal sino espacial, pues se construye a fuerza de acumular elementos heterogéneos hasta crear un ámbito de significación muy expresivo y en cuyo interior incluso un mosquito puede alcanzar una resonancia que, en palabras del tandem Gómez de la Serna + Vila-Matas, suena así: "menos mal que a los mosquitos no les ha dado por tocar el saxofón".
Quede claro que la cita pertenece a un párrafo en el que se ha empezado a hablar de las moscas y en el que, poco a poco, han ido apareciendo Augusto Monterroso y Cleopatra, más adelante Wittgenstein y Proust y finalmente el propio autor, que mientras escribe sobre los dípteros en un hotel de Cartagena de Indias de pronto recuerda un cuento de los hermanos Grimm en el que éstos preguntan si alguien ha oído alguna vez toser a las moscas. O sea que Gómez de la Serna + Vila-Matas no dejan de tener razón, pues sólo faltaría que a los mosquitos les hubiese dado por tocar el saxofón.
Según avanzo en la lectura de Dietario voluble, pongamos que allá por los meses de junio o julio de 2007, caigo en la cuenta de otra característica de la escritura de Enrique Vila-matas y que pese a ser muy notable apenas le ha sido reconocida. Y me refiero a lo siguiente: frente a las servidumbres y miserias de la vida, a toda persona inteligente y con capacidad de expresión le caben al menos dos formas posibles de reacción. Una, tomarse dichas servidumbres y miserias como una afrenta personal y responder con bajeza a las bajezas. Y otra, tomárselas con bonhommie y una cierta solidaridad, pues al fin y al cabo a todos nos han metido quieras que no en este tinglado y bastante hacemos con salir adelante lo más dignamente posible.
Y tampoco es que E. V-M no sea capaz de propinar un capón cuando la ocasión así lo impone, o que carezca de criterio para emitir un juicio severo si hace falta. Al contrario. Si conviene, propina correctivos y emite juicios severos. Pero la suya no es en absoluto de una prosa agresiva, ni una orgía de ajustes de cuentas y satisfacción de venganzas largamente rumiadas. Y ello es tanto más notable cuanto que, según ha ido publicando libros, la favorable respuesta suscitada le ha ido situando un poco más au-dessus de la mêlée (léase, por encima de la charca de ranas donde chapotea el común). O sea que, si le hubiera dado por ahí, ahora mismo podría ser un hijo de la grandísima de la peor especie. Y encima impunemente. Pero ha elegido no serlo y prefiere ejercer frente a la maldad humana una distancia fría y algo desdeñosa. Lo cual es muy de agradecer.
Y he aquí otro pequeño descubrimiento realizado al hilo de la lectura de Dietario voluble: si a algún incondicional de E. V-M le preocupaba la posibilidad de que el modelo de escritura adoptado pueda agotarse en un futuro más o menos próximo (al fin y al cabo él mismo habla de "viaje sin retorno" y asegura haber estado varias veces al borde del silencio) puede quedarse tranquilo porque, aparte de que podría seguir tal cual durante un largo trecho, hay varias alternativas posibles. Y el propio Vila-Matas apunta una muy prometedora por más que, como tiene por costumbre, lo haga casi de pasada y sin darle la menor importancia. Ocurre en la entrada correspondiente a enero de 2006. Tras una larga parrafada en la que muestra su acuerdo con las polémicas tesis de Alain Finkielkraut sobre el racismo en las banlieues de París, hace punto y aparte y abre un nuevo frente que dice:
"¿Y Sophie Calle? He aceptado su propuesta de escribirle una historia que ella luego tratará de vivir." Y sin más, pasa a deshacerse en alabanzas de la maravillosa oficina de correos que hay en la rue Littré, cerca de la rue de Rennes.
Sin embargo, y pese a la hábil cortina de humo destinada a borrar el rastro de lo dicho, la idea es una bomba y cabe imaginar lo que puede ocurrir si una serie de escritores afines se dedican a escribirse unos a otros biografías que encima pueden ser a dos y tres manos, sumando entre todos ocurrencias hasta completar unos proyectos de vida en los que, por fin, la trasgresión de las barreras entre realidad y ficción, vida y literatura o verdad y apariencia queden finalmente derribadas. Vivo lo que me escriben y, mientras lo hago, escribo lo que otros vivirán mientras sueñan las vidas que ellos les crearán a otros que, en el fondo, son mis criaturas porque surgieron de mi sueño. Un lío. Pero como proyecto literario, suena prometedor. De momento cabría investigar en los escritos de Sophie Calle qué pasó mientras vivió la historia que Enrique Vila-Matas prometió escribirle. Ello en el caso de que él la escribiera o ella le pidiera que se la escribiese, porque con tantos disfraces y apariencias, y tanto engañar a la ficción con retazos de realidad, vaya usted a saber.