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1927: Un verano que cambió el mundo

Javier Fernández de Castro

Me  ha parecido  apropiado inaugurar este aleatorio ciclo de “Lecturas de verano” con el estupendo libro de Bill Bryson  1927: Un verano que cambió el mundo.  Hay fechas que ejercen una influencia decisiva en el imaginario popular: el año Cero porque el nacimiento de Jesús sirvió  muchos siglos después para numerar todos los grandes acontecimientos mundiales ya ocurridos o por ocurrir desde entonces; y 1492, año del descubrimiento de América, es fecha nuy señalada porque se decidió elegirla para señalar el nacimiento de la historia moderna universal. Por su parte, los países suelen acotar una serie de fechas para recordar algún hecho local que permita a sus ciudadanos reconocerse a sí mismos y darse a conocer a los demás. El 25 de octubre en la extinta URSS, el 26 de julio en la Cuba castrista, etc.

Quede claro, de entrada, que si bien el año 1927 fue movido y muy rico en sucesos vistosos, emocionantes y de significada importancia, no es posible destacar en ese verano un solo acontecimiento comparable en importancia y trascendencia a cualquiera de los más arriba mencionados. Pero quienes le conocen bien, saben que Bill Bryson no se iba a dejar amilanar por un detalle tan circunstancial e insignificante y que iba a poner en juego sus bien probados (y sobrados) recursos  para confeccionar un libro de casi seiscientas páginas repletas de informaciones vertiginosas, personajes extravagantes, los asesinos más patosos que  imaginarse pueda, múltiples apuestas económicas insensatas que dieron lugar a fracasos previsibles pero también a logros inverosímiles y docenas de historias más, por lo general  tiernas, jocosas y alucinantes. Muchas de dichas historia podrían tacharse de increíbles (por no utilizar un término tan feo como es “inventadas”). Sin embargo, se puede acusar a Bill Bryson de tener una visión del mundo decididamente surrealista y una forma de contar las cosas tan desenfadada que cuesta creer lo que cuenta. Pero difícilmente se le podrá cazar haciendo trampas, o demostrar que ha tratado un suceso sin haberse informado previamente del mismo con todo rigor.  

El ingente material reunido (previsiblemente por un nutrido pelotón de scouts), Bryson lo ha dividido en cinco apartados, cada uno dedicado a un mes entre mayo y septiembre de 1927 y cada uno presidido por un personaje o suceso que le permiten estructurar ese y los apartados siguientes. Mayo tiene como personaje y suceso principal a Charles Lindbergh y su primer vuelo trasatlántico a bordo del Spirit of St. Louis. En junio predominan el asombroso jugador de béísbol Babe Ruth y sus no menos asombrosos logros deportivos de aquel verano en el que su enorme panza, consecuencia de los excesos cometidos durante toda la vida (parece que su apetito genésico solo era comparable a su voracidad en la mesa) hacía presagiar una hecatombe y en cambio resultó ser el cénit de su trayectoria con los míticos Yankees de Nueva York. En julio tuvo lugar, entre otros sucesos, la dimisión del presidente Calvin Coolidge, tan inesperada que incluso su esposa se enteró de ella por los periódicos. Agosto está dominado por el ominoso final de los anarquistas de origen italiano Sacco y Vanzetti, mientras que septiembre sirve de cierre a los (literalmente) centenares de historias abiertas en el desarrollo de los principales temas precedentes.

Bryson posee un excelente instinto narrativo y una visión comercial no menos aguda, y sabe por lo tanto que en lugar de contar las historias como si fueran bloques sucesivos e independientes es mucho más eficaz irlas dosificando a lo largo de los capítulos. Con ello no sólo consigue imprimirle a lo que cuenta una gran agilidad y amenidad sino que encima los cortes o hiatos entre unas historias y otras los puede aprovechar para ir colando una  información adicional que además de entretener contextualiza el suceso principal. Así por ejemplo, el logro de Lindbergh le da pie a la exposición del panorama histórico y contemporáneo de la aviación en Estados Unidos, con el consiguiente desfile de una inimaginable variedad de tipos estrafalarios e insensatos capaces de emprender las aventuras más locas  con tal de alcanzarla gloria. De paso, y aprovechando que el suceso tuvo lugar no lejos del campo de aviación donde Lindbergh guardaba su avión, Bryson cuenta el terrible pero estrambótico “Crimen del contrapeso de la ventana de guillotina”, ocurrido unos años antes pero cuyos autores, Ruth Snyder y su amante, fueron ejecutados en el verano de 1927 casi al mismo tiempo que electrocutaban a Sacco y Vanzetti. Hay incluso  una fotografía de la señora Snyder por aquello del morbo que supone contemplar el rostro de una mujer que está en vísperas de terminar sus días en la silla eléctrica. Ese afán por no dejarse nada en el tintero lleva a Bryson, por ejemplo, a contar de pe a pa el argumento de un espectáculo de Broadway (espeluznantemente banal y dispartatado, por otra parte) por el solo hecho de que Lindbergh estuvo a punto de ir a verlo, aunque al final desistió porque los partes meteorológicos anunciaban una mejoría sustancial del tiempo y en lugar de ir al teatro prefirió subirse al avión y estar al acecho de un hueco en las nubes que le permitiera despegar rumbo a París. Lo mismo cabe decir de la historia de Al Capone y la  Ley Seca o del fabuloso desarrollo del cine y de Hollywood, traídos a colación, con todo lujo de detalles, con una excusa u otra. Y puede decirse lo mismo de los restantes capítulos, en los que van reapareciendo los Charles Lindbergh, Babe Ruth o Calvin Cooligde entreverados de nuevas y sugestivas ocurrencias veraniegas.  

Quede claro  por lo tanto que 1927: Un verano que cambió el mundo es una hábil combinación de reportajes periodísticos, crónicas de sociedad y sucesos, análisis económicos y políticos, biografías apresuradas de personajes singulares y sucesos sobresalientes que no cambiaron el mundo (al menos no aquel verano). Lo que ocurre es que, seleccionados y contados por Bryson dan como resultado un libro muy dentro de la línea de otros ya conocidos y muy celebrados de este autor, ideales para ser leídos en la playa o debajo de un pino.

 

1927: Un verano que cambió el mundo

Bill Bryson

Traducción de Ana Mata Buil

RBA

 

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Javier Fernández de Castro

Javier Fernández de Castro (Aranda de Duero, Burgos, 1942- Fontrubí, Barcelona, 2020) ejerció entre otros los oficios de corresponsal de prensa (Londres) y profesor universitario (San Sebastián), aunque mayoritariamente su actividad laboral estuvo vinculada al mundo editorial.  En paralelo a sus trabajos para unos y otros, se dedicó asiduamente a la escritura, contando en su haber con una decena de libros, en especial novelas.

Entre sus novelas se podrían destacar Laberinto de fango (1981), La novia del capitán (1986), La guerra de los trofeos (1986), Tiempo de Beleño ( 1995) y La tierra prometida (Premio Ciudad de Barcelona 1999). En el año 2000 publicó El cuento de la mucha muerte, rebautizado como Crónica por el editor, y que es la continuación de La tierra prometida. En 2008 apareció en Editorial  Bruguera,  Tres cuentos de otoño, su primera pero no última incursión en el relato corto. Póstumamente se ha publicado Una casa en el desierto (Alfaguara 2021).

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