Francisco Ferrer Lerín
Siempre leo, diría que con fruición, los informes de los análisis y, en general, de todas las pruebas clínicas. Ahora, por ejemplo, me hago con los resultados de la última ecografía de aparato urinario (sí, ya sé, esta es una odiosa expresión) que me han realizado en el hospital universitario XXX. En líneas generales puede decirse que no está mal, que no hay nada alarmante, que no hay nada que parezca anunciar algo irremediable, al menos a corto plazo. Pero, en el cúmulo de términos médicos, quizá deliberadamente crípticos, destaca un directo y cruel sintagma, “ambos riñones de aspecto senil”, veredicto lógico, por otra parte, dados mis ochenta y dos años, pero que me golpea de lleno, recordando que las palabras son vengativas, que a la larga responden, y que la frivolidad nunca debe ser empleada con ellas. Y pienso en la complacencia festiva con la que utilicé el nombre “Senil” a partir de un relato del excelente escritor barcelonés David Broggi Obiols, que él adjudicaba a un viejo obrero de San Adrián de Besós y que yo adjudiqué a un pícaro flaneur progresista. Y pienso también en el título “Senil” aplicado a un poema que, con métodos propios de cadáver exquisito, redacté con la artista visual burgalesa Nuria Canal Barrientos. La cuestión, pues, ha quedado clara, me equivoqué perdiéndole el respeto a “Senil”, a esa voz que ahora regresa para amargarme la lectura del informe de la ecografía, por lo demás, como ya he comentado, un informe razonablemente tranquilizador en cuanto a mi estado de salud.