Francisco Ferrer Lerín
Llevo entre 24 y 32 horas recibiendo ráfagas de imágenes o, mejor, ráfagas de situaciones, de escenarios. Son ráfagas inconexas, de duración mínima, que no soy capaz de fijar, que no permiten que mi cerebro las sitúe correctamente. Sin duda pertenecen a sucesos importantes de mi vida, aunque no sabría precisar si de la vida llamada real o de la vida perteneciente a los sueños o, incluso, al ámbito de la pura imaginación o del mero pensamiento. El fenómeno tiene el aspecto de ser un anticipo de ese carrusel, tantas veces descrito por los que han regresado de la muerte, que se produce en el tránsito, eso sí en un momento del mismo que nunca nadie precisa, un momento que pudiera situarse en las fases preagónicas, en las que quizá yo ya me encuentre, en una fase, eso sí, de carácter preliminar, o al menos es lo que asevera, convencido, mi versado confesor.