Francisco Ferrer Lerín
Varias masías del Maestrazgo, en el año 1823 , registran nacimientos de cabritos con ligeras anomalías. Son animales de buen peso y color pero que rechazan la ubre chotuna coceando y profiriendo sonidos que algunos interpretan como “¡tet, tet!” y, otros, los más, como “¡quet, quet!”. Prefieren tomar la leche de los pechos femeninos aunque invariablemente mueren pronto; a los diez o doce días. Diseccionado un ejemplar por el farmacéutico de Castellón de la Plana licenciado Gutierre Pallás García se halla, en el interior de la cabeza –que hace de funda-, otra cabeza, pero ésta de niño humano, eso sí con los labios gruesos y prolongados a manera de belfos caballares. Ante la duda de si es o no acreedor de enterramiento en camposanto se opta por abrasarlo en el horno de pan de la Masada del Sordo, y no se sigue con la pesquisa.