Francisco Ferrer Lerín
Dosis masivas de risa despertó en las tropas progresistas la denominada “foto de las Azores” del 16 de marzo de 2003. Que si el acento de Aznar, que si Bush le llamaba “Anso” al tiempo que le rodeaba el cuello con su brazo, que si los zapatones sobre la mesa. Sí, todo fue muy cómico… para algunos, para los que no quisieron enterarse de que en esa reunión se dio el primer paso para el desmantelamiento definitivo de la banda terrorista ETA. Al menos de ETA operativa, armada, que la otra, la ideológica y de presencialidad cotidiana y callejera, sigue ahí, tan campante.
Quizá el gesto americano, que culminaría en 2011, de interceptar de modo efectivo el sistema etarra de comunicaciones mediante tecnología desconocida en Europa, no fuera sólo un gesto de amistad y buen rollo, quizá se debiera a razones de mayor enjundia como la inutilidad de seguir haciendo la vista gorda ante el terrorismo, esa espada de Damocles que tan bien saben utilizar los servicios de inteligencia, al tiempo que obtenían ciertas contraprestaciones. Pero lo que ha de quedar meridianamente claro es la absoluta falsedad de que fueran la democracia y la responsabilidad de los ciudadanos, esos argumentos hueros, altisonantes, quienes acabaran con ETA, esos argumentos principales de una interesada y falaz narración, que los ingenuos, llenándoseles la boca, celebraron como válida.