Francisco Ferrer Lerín
De siempre. De siempre individuos no necesariamente facinerosos se dirigen hacia mí para agredirme. No soy capaz de recordar con precisión desde cuándo me sucede, pero diría que desde hace mucho tiempo, quizá desde que mi complexión enclenque y mi mirada estúpida resultan patentes, obvias incluso para los menos observadores. Esta mañana, me encontraba, solo, en la terraza de la cafetería Onagro, cuando me he percatado de que cuatro personas, siguiendo los cuatro puntos cardinales, se dirigían raudas y resueltas hacia mí. He pensado, se vuelve a repetir, de nuevo vienen a agredirme, mi aspecto exacerba los ánimos de la gente, y he hecho un esfuerzo por recordar en qué derivan estos episodios, si realmente caigo molido a palos o los presuntos agresores pasan de largo… y a otra cosa mariposa. Mas no he conseguido recordar, mi figura lamentable se acompaña de un desgaste intelectual alarmante, carezco ya casi totalmente de memoria y, tampoco, mantengo unos aceptables niveles de percepción auditiva y visual. Pero, de súbito, me he dado cuenta de que yo no era el tipo de la terraza de la cafetería, que yo era otro, quizá ese que cruzaba por el paso cebra (cebra / onagro) y que sí podía oír, ver y procesar algunas informaciones, como por ejemplo esa que ahora me llegaba, la de un monigote publicitario de cierta marca de escasa sostenibilidad al que unos ecologistas despiadados golpeaban.