Cuando estuve en Cuba hace cuatro años conocí al escritor y cineasta Eduardo del Llano, quien me contó la historia de cuando fueron a visitarlo los agentes de Seguridad del Estado. Narraré los hechos tal y como él me los narró a mí. Habla Eduardo:
Una mañana dos agentes tocaron la puerta de mi casa. Al abrir, me mostraron una sonrisa como de vendedores de aspiradoras y me dijeron:
-Buenos días, compañero. Venimos a ponerle los micrófonos.
-¿Los qué, perdón?
-Los micrófonos. Para escucharlo cuando hable usted mal del gobierno.
-Esto debe ser una broma ¿no?
-¿Qué? ¿vamos a empezar con las quejas ya? A los clientes no hay quien los entienda. Si ponemos los micrófonos a escondidas, se quejan. Si los ponemos frente a ellos, se quejan también. ¿Acaso prefiere usted que dos desconocidos vengan a ponerlos en su ausencia?
-Bueno, visto así…
-Claro que sí. El gobierno piensa en usted y ha decidido hacer su programa de vigilancia más participativo. Ahora, cuénteme. ¿En qué parte de la casa habla usted mal del gobierno?
-Y, no sé, un poco por todas partes…
-Bueno, pues olvídelo. Vamos a necesitar que concentre sus comentarios subversivos en algún lugar de la casa.
-Oiga, pero no me puede usted pedir que…
-A ver, por favor, un poco de solidaridad, compañero. En este país hay familias de diez personas que deben conformarse con un micrófono. A usted que vive solo le estamos dedicando dos. A ver si colaboramos un poco ¿no? Es usted un privilegiado.
-Bueno, lo siento.
-Además, la acústica de esta casa es terrible. Me temo que vamos a tener que transmitir desde el baño.
El agente entró ahí y se puso a cablear y a instalar las escuchas. Yo le advertí:
-Oiga, pero yo no hablo mal del gobierno en el baño. Ahí siempre estoy solo. Hablo de estas cosas cuando tengo visitas, por lo general.
-Tráigalas al baño. Si quiere le conseguimos un minibar como los de los hoteles para que lo instale junto al water –se puso los audífonos y continuó-. A ver, voy a hacer una prueba. ¿Puede decir algo subversivo por favor?
-¡Quiero una antena parabólica!
-Muy bien, perfecto. Vamos a dejarlo en esta frecuencia. Ah, y recuerde: limítese a hablar mal. La última vez que intervinimos sus comunicaciones, se pasó quince minutos explicando por qué no se iba de Cuba. Por favor, ahórrenos eso. Sólo nos interesan sus quejas.
-Ok. Y dígame ¿cuando hay apagón funcionan los micrófonos?
-Ahí especialmente, compañero. Los cortes de luz nos procuran siempre excelente material.
Los agentes se despidieron amablemente, pero Eduardo grabó un corto con esa historia. Si quieren verlo pinchen aquí.