Jean-François Fogel
Empiezo con un full disclosure como dicen los periodistas en EE UU. Es decir, diciéndolo todo. Soy responsable de la existencia del blog de Pierre Assouline en el sitio Web de Le Monde. Consecuencia: hay que sospechar de la sinceridad de mi homenaje. Pierre, novelista, biógrafo (varios de sus libros han sido traducidos al castellano) y periodista, estaba disponible, hace unos años, al salir de la dirección de un mensual dedicado a los libros. Un desayuno cerca del Trocadero en París fue suficiente para convencerle de intentar lo que era entonces una aventura.
Hoy, su blog, La República de las letras, es el centro de la vida editorial en Francia. Tiene tremenda influencia. Es el blog de los editores, de los libreros, de los lectores cuya opinión es importante. Claro que me pregunté, al levantarme, qué había hecho en su blog cuando la prensa se dedica a hablar del cambio que viene con la elección de Nicolas Sarkozy a la presidencia de la República. Respuesta de Assouline: Proust toujours (siempre Proust). Francia cambia de presidente y queda la formidable figura del novelista aplastando toda la competencia desde hace casi un siglo.
Assouline ofrece una reseña de la traducción de un libro italiano sobre la orientación política de Proust y, aun mejor, cuenta cómo una cineasta, Veronique Aubouy, intenta hacer una película con franceses leyendo a La búsqueda del tiempo perdido. Ya tiene una película con 604 lectores haciendo lo que se hace en España con El Quijote: una lectura en forma de maratón. Debo reconocer que pasé un largo rato mirando, una por una, las fotografías de 60 de estos lectores. Es un retrato de los franceses, de la Francia de Sarkozy y de Royal. Un país incierto que confía en su cultura y sabe que no basta para abrirse un camino pero que sigue caminando, con Proust. La República donde manda Sarkozy es importante, pero no puede competir con el prestigio de la República de las letras cuyo presidente sigue siendo Marcel Proust.