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Los clásicos griegos

Por 5 de diciembre de 2005 diciembre 23rd, 2020 Sin comentarios

El secretario de la escuela preparatoria número 3 de Guadalajara debe ser el hombre más formal que he conocido en mi vida. A pesar de que lleva corbata y podría ser mi padre, me recibe lleno de reverencias, me llama maestro, y celebra “esa puerta abierta que es la feria del libro, una magna aproximación intercultural entre nuestros pueblos hermanos”. O algo así.
-Maestro ¿Y qué le parecen las piezas oratorias de Demóstenes? –me pregunta.
-No lo sé. No las he leído.
-¿Y no cree usted que la literatura se ha apartado lamentablemente de la influencia rectora de los griegos?
-Sí, bueno. Supongo.
Creo que lo decepciona mi ignorancia de los clásicos, pero de todos modos me lleva al auditorio, donde unos cien adolescentes se han reunido para mi conferencia. He decidido hablarles de sexo, que es el único tema que se me ocurre que no los va a aburrir. Y como están a punto de terminar la escuela, también les hablo sobre el oficio de escribir, por si a alguno le interesa. Pero no sé qué reacción causan mis palabras. Los chicos no se distraen ni conversan entre ellos, pero tampoco se muestran repectivos. No se ríen de los chistes, por ejemplo. Son cómo lápidas.
Al terminar, percibo que encima del escenario hay un mural revolucionario, en el estilo historicista de Diego Rivera, pero más simple. Mide unos 3×10 metros y representa la liberación de América Latina. A un lado figura el Che Guevara y el águila norteamericana, amenazadora. Al centro aparecen los héroes de la independencia y la revolución mexicanas. Y al otro lado, los ídolos latinoamericanos: en orden ascendente, Sandino, Ortega, Fidel, y el más grande y alto, como el horizonte de la libertad latinoamericana, Alan García.
Tengo que sobreponerme al susto.
-¿Ése es Alan García? –pregunto tratando de no creerlo.
-Pos sí, maestro –me explica el secretario-. El mural es de 1987. Yo traté de sugerirle al pintor que quizá el retrato del señor García fuese un poquito prematuro, pero ya ve usted. Es que ustedes los artistas son muy sensibles, maestro.
Luego me regresan al hotel.
Creo que voy a leer a los clásicos griegos.

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