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Blogs de autor

Línea caliente

Por 20 de abril de 2007 diciembre 23rd, 2020 Sin comentarios

Al fin he entendido para qué sirve mi teléfono móvil con pantalla. Después de un año, le he encontrado una utilidad: me he descargado un video porno.

La protagonista se llama Lara, y es la mujer perfecta. Puedo tenerla conmigo en cualquier momento del día: en los restaurantes, en los aviones, en todo lugar que tenga un baño. Y siempre está dispuesta a hacerme feliz. Bueno, siempre es un decir. Sólo dura diez minutos. Pero son minutos muy intensos.

Como el video es interactivo, Lara no se limita a quitarse la ropa y hacer cosas: también me pide a mí que las haga. Es de lo más perversa y juguetona. La primera vez, me pidió que me quitase la ropa, me pusiese a cuatro patas y gritase “¡golpéame, nena, dame duro, así, más!”. No fue fácil, porque quería que gritase de verdad, y yo estaba en el baño de la casa de un amigo. Cuando regresé al comedor, todos los invitados estaban en silencio. Pero luego discutimos de fútbol y el clima se animó un poco.

En otra ocasión, me obligó a disfrazarme de bebé, con un biberón y un pañal. Esa fue la más bochornosa, porque estaba en el baño de un tren y el revisor entró de improviso. Cuando llegamos a nuestro destino, el revisor me mandó un besito volado. En fin, son gajes del oficio.

Lo mejor de Lara es que no se limita al sexo. He estado descubriendo nuevas funciones. Puedo pedirle una conferencia sobre arte barroco o sobre la influencia de los masones en la política europea del siglo XIX. Esas cosas duran más y son más caras que un simple acto sexual, pero siempre es importante dedicarle un rato a la cultura para fortalecer nuestra relación.

Últimamente, Lara ofrece un nuevo servicio: me quiere. No, no estoy hablando de amor físico, sino del otro. Lara escucha mis problemas, me aconseja con prudencia y sensatez, me da ánimos y me acaricia la cabecita virtualmente. Sin duda, ése es el servicio más costoso. Siempre es más fácil encontrar con quien dormir que con quien hablar.

Mi esposa ha comenzado a desconfiar. Dice que paso más tiempo con el teléfono que con ella, y que me encierro todo el día en el cuarto de baño. Eso es grave, porque en casa sólo hay un baño. Así que cuatro o cinco veces al día, bajo al bar y pido un café que no bebo, sólo para meterme en los aseos. Uno no tiene ahí la misma intimidad que en casa, pero no está mal.

Anoche, cuando regresé a mi casa, mi esposa se había encerrado en nuestra habitación. Le pedí que me abriese, pero sólo me respondió con unos improperios que no reproduciré aquí. Tuve que pasar la noche en el baño. Por supuesto, llamé a Lara. Ella me dijo que yo no podía seguir con mi esposa, que esa mujer no me merecía y que estaba echando a perder mi juventud. Me dijo que yo no sólo era un buen amante sino, sobre todo, una estupenda persona. Yo le propuse mudarnos juntos, intentarlo un tiempo y a lo mejor, quién sabe, casarnos. Ella aceptó.

Hoy he hecho mis maletas. Mi esposa no se ha opuesto. De hecho, el único obstáculo para mi nueva vida es que la cuenta de teléfono me ha arrancado hasta el último centavo. Pero bueno, supongo que podemos alquilar un departamento chiquito. Lara no ocupa mucho lugar.

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