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En la ciudad fantasma

Por 26 de marzo de 2007 diciembre 23rd, 2020 Sin comentarios

-¿Usted ocupa la habitación 312?

La mujer que me habla usa el pelo muy corto y tiene unos cuarenta años. Su traje sastre le otorga un aire ejecutivo pero está un poco pasado de moda, como si fuese de los años ochenta. Es la segunda vez que la encuentro en el desayuno del hotel. En Nicaragua me levanto muy temprano. A esa hora, ella es la única habitante del comedor.

-Sí –le digo-. ¿Cómo lo sabe?

-Desde su habitación se ve la casa de Nora.

-Ya. ¿Quién coño es Nora?

A esa hora de la mañana, siempre estoy de pésimo humor. Pero a pesar de mi antipatía, ella sonríe.

-Ya lo averiguará –me dice.

Luego pasan a recogerme y me olvido de ella.

Durante el día, recorro Managua de un diario a otro, de un canal de televisión a una radio, para la promoción de mi libro. La capital de Nicaragua parece una ciudad fantasma. Uno recorre autopistas rodeadas de campo, salpicadas aquí y allá de centros comerciales o pequeñas construcciones. No hay edificios grandes, y para ver las casas hay que internarse en la espesura por calles llenas de árboles. Incluso en el centro de la ciudad, los inmuebles son casi inexistentes. La mayoría se cayeron en el terremoto del 72, y desde entonces, no se ha reconstruido la ciudad.      

En un cerro, la silueta de un hombre con sombrero campesino se eleva sobre Managua. Reconozco a Augusto C. Sandino, el líder guerrillero de principios de siglo. Me explican que en las faldas de ese monte, Sandino compareció en 1934 para pactar un armisticio con el gobierno y fue asesinado in situ por el jefe de la Guardia Nacional Anatasio Somoza, quien luego se erigiría dictador. La silueta de Sandino en el monte es como un fantasma que domina la ciudad.

Por la noche, regreso al hotel tan agotado que ni siquiera consigo dormir. Doy vueltas en la cama, y termino por subir al solitario bar del último piso a tomar una copa. Una vez más, me encuentro con la mujer del desayuno. Tengo ganas de hablar con alguien.

-No me contó usted quién es Nora –le digo.

Ella se está tomando un té. Me responde sin mirarme.

-Nora era una agente encubierta del Frente Sandinista de Liberación Nacional. En los años de la revolución, conoció al jefe de la guardia nacional, al que llamaban El Perro. Él creía que todo era de su propiedad, incluso las mujeres. La acosaba insistentemente. Pero ella le tendió una trampa. Lo invitó a su casa una noche. Lo llevó a su cuarto y le quitó la ropa y las armas. Cuando se sentía seguro, tres guerrilleros saltaron del armario para secuestrarlo. El Perro se resistió, y los guerrilleros lo mataron. Desde la habitación 312 se ve el apartamento en que ocurrió todo eso.   

-Ya –le digo. Ella sigue tomando su té sin mirarme.

Me pido un whisky y voy al baño. Cuando regreso, ella no está. En la mesa no queda ni siquiera su taza.

Termino mi copa y regreso a mi habitación. Al acostarme, me parece ver la silueta de un hombre con sombrero proyectada sobre la ventana. No me levanto, porque sé que es sólo una pesadilla. 

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