¿Han notado que Vladimir Putin nunca sonríe? Tiene esta cara como made in KGB, sin expresión, y la mirada de piedra. Uno se lo imagina diciendo “te quiero, cariño, cásate conmigo” con el mismo tono de voz neutro que usaría para “vamos a bajar los tipos de interés”.
Pues con esos ojitos cariñosos, Putin estrena la presidencia anual del G-8, el grupo de los siete países más industrializados del mundo más Rusia. Y para los que confiaban en que Europa y EEUU lo llamasen al orden por la deriva autoritaria de su gobierno, desengáñense: a Occidente le da lo mismo.
La prueba han sido las reacciones ante la crisis del gas de la semana pasada. Rusia le sube a Ucrania cinco veces el precio del gas. Y si no quieren, amenaza con cerrarles el grifo en pleno invierno. EEUU reacciona con contundencia: les pide a ambos países que se pongan de acuerdo por favor. Europa tiene un comportamiento heroico: pregunta “¿A nosotros también nos van a cortar el gas? ¿No pueden enviárnoslo por otro lado mientras se arreglan ustedes?”
Hasta el asesor económico de Putin ha renunciado después de lo que considera el fin de la economía libre en Rusia y el uso de la energía como herramienta de chantaje político. Pero Occidente ha decidido mejor no hacer escándalo, que Putin se puede enojar. Las ONGs rusas tienen que ser aprobadas por el gobierno, pero no por eso es una dictadura. No, por Dios. Y los medios de prensa están presionados, pero sólo un poquito. Y los empresarios que se meten en política van presos mientras el estado controla la energía y la industria de armas y automotores, pero más o menos el mercado es libre: o sea, eres libre de acatar o ir preso. Y el ejército es capaz de tomar violentamente un colegio y matar a más rehenes que terroristas en un teatro. Pero bueno, esos son pecadillos.
Putin declaró hace como un año que la democracia tendría que adaptarse a la realidad y a la historia rusas. Entendemos ahora que se refería a la tradición de Stalin e Iván el Terrible. Pero ahora, en el G-8, además, es el jefe de los grandes. Y aquí nadie ha dicho ni mu. El discurso global de Occidente es “todos queremos la democracia, pero sólo en los países con dictadores antipáticos.” Putin no es, pues, un dictador, sino un socio clave con un mercado grande, una posición estratégica para Oriente Medio y Asia y, sobre todo, un montón de gas y petróleo. Eso lo hace bueno.
Me pregunto qué ocurrirá cuando empiece a resultar malo, y sus políticas choquen con intereses norteamericanos o europeos. Entonces quizá sus socios traten de sugerirle en ese tono amable que por favor si fuese tan amable se modere un poquito. Pero él pondrá su mirada de sótano de la comisaría y dirá “hasta la vista, baby”, eso sí, siempre sin sonreír.
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