Un amigo mío –llamémoslo P- se ha enamorado. Fue un flechazo fulminante, despiadado y, lo más importante, correspondido. La pareja pasó junta un fin de semana de ensueño. El lunes siguiente, mi amigo había decidido que ella –llamémosla Y- era la mujer de su vida.
Para declarar su amor, le envió flores y la invitó a cenar. La llamó por la mañana, y luego por la tarde. Le dijo cosas bonitas. Por la noche, ella dio por terminada su aventura.
-No quiero la presión de una relación estable –le explicó-. Yo necesito ser libre.
-No hacen falta compromisos –propuso mi amigo, que no quería perderla-. Tengamos una relación libre.
Decidieron intentarlo. Durante algunas semanas, mi amigo dejó de enviarle flores o de hacerle regalos, y la obligó a pagar su parte de la cuenta cuando salían a comer. Continuó diciéndole cosas bonitas hasta que comprendió que eso la hacía sentir incómoda. Entonces decidió guardar silencio. Sólo de vez en cuando, para romper el hielo, la llamaba “maldita basura” o “golfa”, algo que ella encontraba tremendamente atractivo.
Pero ella es una mujer de hoy y aún se sentía demasiado presionada. Mi pobre amigo tuvo que despreciarla durante un mes, y luego se pasó tres semanas sin contestarle las llamadas. Todo para hacerla feliz.
Como de todos modos, ella tenía miedo a comprometerse, P tuvo que radicalizarse para conservarla. Se buscó otras mujeres y se acostó con ellas en la cama de Y, calculando la hora para que ella entrase y lo descubriese. Para Y, fue un alivio comprobar que él tenía otras relaciones y no se sentía atado.
La última vez que decayó el interés de ella, mi amigo decidió engañarla con su mejor amiga, para dejar claro que no piensa tratarla como a una novia convencional. Al pobre, esa chica siempre le resultó insoportable. Y tener que besarla le producía angustia. Pero a Y le pareció todo un detalle de su parte, y su relación salió de ese trance muy consolidada.
Hoy me ha llegado el parte del matrimonio entre P e Y. Para dejar claro que ésta es una relación libre, él no piensa asistir a la ceremonia.
Siempre es un placer ver a mis amigos felices.