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American Ellis

Por 2 de marzo de 2006 diciembre 23rd, 2020 Sin comentarios

Los personajes de Bret Easton Ellis siempre son seres glamorosos y bellos que se convierten en algo horrible: niños ricos y diletantes que se transforman en vampiros, o yuppies millonarios transfigurados en asesinos en serie, o modelos de pasarela reconvertidas en terroristas internacionales. En el fondo, todas sus novelas parecen decir: mira qué bonito parece EE.UU. Y ahora, mira el infierno que es en realidad.

Su última novela, Lunar Park, acaba de aparecer en España, y sigue el esquema habitual con una variante esencial: esta vez el personaje es él, o al menos, alguien igual que él: un escritor ultramillonario y famoso que se llama Bret Easton Ellis y ha escrito las mismas novelas. Y lo que ocurre es que todo su pasado y todas esas novelas se convierten en los fantasmas que lo atormentan y atosigan. Como si esta vez dijese: mira qué hermosa ha sido mi vida. Y ahora, mira cuántos cadáveres escondo en el armario.

No soy un gran fan de Easton Ellis, pero disfruté mucho la primera parte de la novela, cuando este personaje narra su ascenso a la fama rodeado por unos personajes que se llaman igual que sus verdaderos viejos amigos. Easton Ellis –el de la novela-, se droga tanto que no parece que haya espacio físico en su cuerpo para que quepa tanta sustancia. Sus editores le asignan un guardaespaldas para protegerlo de sí mismo, y él intenta sobornarlo con drogas. Se pasa dos minutos clínicamente muerto en la bañera de un hotel. Está tan descuidado de sí mismo que se le afloja un diente durante una conferencia de prensa.

Lo más divertido es su parodia del trabajo del escritor: el personaje lleva un tiempo escribiendo su gran obra, una novela llamada Teenage Pussy o algo así, cuyo gran gancho es mezclar sexo con mutilaciones. Su proceso creativo se reduce a anotar varias posibilidades combinatorias de esos dos elementos hasta llegar a unas doscientas. Y eso es la estructura. Luego sólo hay que escribirla asegurando que tenga más de quinientas páginas. Lo único engorroso es la interminable gira promocional. Pero con un cheque de un millón de dólares podrá comprar suficientes drogas para sobrevivir a ella.

Durante los años noventa, para los críticos más conservadores, Bret Easton Ellis era considerado el ejemplo perfecto de lo que no se debe hacer en literatura: era considerado superficial, efectista, frívolo y reaccionario. Se aseguraba que su carrera literaria no duraría más que un hit musical en la radio. Y sin embargo, siguiendo esa receta, construyó el retrato fiel de una América sin alma, entregada al show business, a la apariencia y al placer sensorial pero vacía, incluso brutal, en su interior. Y aquí sigue. Y por cierto, con una novela que ha recibido excelentes críticas.

En Lunar Park, el mismo Easton Ellis forma parte de ese paisaje que describió diez años antes, un paisaje que alimenta a cambio de que lo alimente a él. Burlándose de América, se ha convertido en un ícono de ella. Enfrentándose a los críticos, ha terminado por ganarse su aprecio. El caso de Easton Ellis me hace preguntarme si un escritor realmente puede saber qué va a ocurrir con su trabajo, o si las novelas son como botellas al mar, que pueden ser llevadas a cualquier orilla por una corriente que escapa a nuestro control.

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