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Una leyenda

Por 29 de septiembre de 2011 Sin comentarios

Eduardo Gil Bera

En la Rúa de Tudela se alza este palacio renacentista, siento no tener una foto mejor, en cuyo blasón se inscribe esta leyenda

BERITAS OMNIA VINCET

Los avezados latinistas desaprobarán, como un solo hombre, la mayúscula falta de ortografía en la descarada B inicial de esa palabra sacrosanta que, según inveterada preceptiva, tendría que haberse escrito “VERITAS”. Puede que también desaprueben el “VINCET” inusual, que sustituye al mejor reputado “VINCIT”. 

Esta inscripción ha gozado de la incomprensión y la indiferencia seculares, pero no deja de ser una excelente muestra del gusto por lo conceptuoso que estuvo de moda en aquellos esforzados siglos. Sin apuro ni miramiento, esta leyenda puede ser considerada insuperable precursora à la lettre del arte conceptual. Como pieza de género, está más lograda que todos los esfuerzos denotadores y didácticos de Duchamp y Magritt en su búsqueda del verdadero aserto que se prueba a sí mismo. Además, el matiz final —vincet es futuro, o sea, “vencerá”— la libra de todo mal.  

No estaría mal que alguno de nuestros historiadores locales nos allegase alguna noticia del premeditado ingenio que redactó la demostración de que, pese a los mayores defectos de forma, y hasta escrita por quien no sabe escribir, la verdad vencerá. Ahora, entretanto, ¿es o no verosímil que solo sea una falta de ortografía? 

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Eduardo Gil Bera

Eduardo Gil Bera (Tudela, 1957), es escritor. Ha publicado las novelas Cuando el mundo era mío (Alianza, 2012), Sobre la marcha, Os quiero a todos, Todo pasa, y Torralba. De sus ensayos, destacan El carro de heno, Paisaje con fisuras, Baroja o el miedo, Historia de las malas ideas y La sentencia de las armas. Su ensayo más reciente es Ninguno es mi nombre. Sumario del caso Homero (Pretextos, 2012).

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