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Qué tendrá que ver soñar con plantar un pino

Por 12 de marzo de 2015 Sin comentarios

Eduardo Gil Bera

El roble tozo y la ensoñación se nombran en vasco con la misma palabra, la diferencia es que el aumentativo “ametz” es el árbol, y el diminutivo “amets”, el sueño. La explicación es un poco alambicada y empieza con que el original procede del latín “ames”, palabra que sale en el famoso poema Beatus ille de Horacio, donde interviene en el papel de horquilla o varilla que sostiene la red de cazar tordos y se gana la confianza de dichas aves gregarias sobre las que cae sorpresivamente con toda la trampa.
Al nombrar al sueño con la metáfora de la varilla tramposa que caza a los pájaros crédulos, la lengua vasca atribuye a la ensoñación su esencia de trampantojo caedizo y engañoso. No es extraño que el vasco se haya fijado en un artilugio pajarero, ya dijimos que en la lengua vasca "txori" (pájaro) es diminutivo de "zori" (suerte) que a su vez deriva del latín "sortis", y que los vascones hispanos se mencionan en las fuentes clásicas como reputados predictores del futuro a partir de la observación de los pájaros. 
Por su parte, el roble tozo (Quercus Tozza y Quercus Pyrenaica) tiene la característica de rebrotar de la cepa o del tocón, una vez que se ha talado. El botánico Lacoizqueta explica que ese árbol domina en este valle de Bertiz las faldas meridionales de los montes y “que cortado a flor de tierra para el consumo de nuestros hogares, echa fuertes y espesos retoños”. Toza, tocón, tauzin son términos que vienen de un radical celta que significa “talar” (los aficionados recordarán sin duda el celtibérico “tavnei”, legible en el primer bronce de Botorrita). Al llamar “ametz” al roble tozo, la lengua vasca adapta la palabra latina “ames” con su significado primario de retoño. 
 
Y así es como en vasco se emplea la misma palabra en aumentativo para nombrar al árbol y en diminutivo para referirse al sueño. 
 
Ahora, indagando estas minucias, se ve que el latín “ames” (brote, varilla) y el griego “amis” (orinal, vaso evacuatorio) vienen a ser términos hermanos desde el punto de vista de la familia indoeuropea, sin embargo, la diferencia semántica parece insalvable, ¿por qué será?
 
Aquí es donde se impone explicar el eufemismo estercorario “plantar un pino”, que resume el capítulo primero de la historia de la urbanidad y la higiene del campamento. En esto se ve que el legislador de los judíos, como diría Longino, no dejaba de ser sublime al entrar en detalle de menesteres residuales.
 
En Deuteronomio 23, 13 aparece el nunca bien ponderado pasaje que habla de la estaquilla y la pureza del campamento. El legislador de los judíos ordena “tendrás un lugar fuera del campamento, saldrás allá, llevarás en tu equipo una estaquilla y, cuando vayas a evacuar, harás un hoyo con la estaquilla, te darás la vuelta y luego taparás tus excrementos”. La Vulgata latina dice “paxililium”, que es una clavija u horquilla; por su parte, la Septuaginta griega dice “passolos” que es una clavija y precisa que hay que llevarla “epi tes zonés”, que viene a ser en el cinturón, donde se llevaban las armas. El original hebreo ordena  lacónica y tremendamente llevar “un pino entre tus armas”, el término es “yathed”, que en todos los demás pasajes se traduce como pino sin más, pero es de suponer que aquí sea preciso entender como [estaquilla de] pino. Ya se sabe de la afición inveterada a la heroica interpretación literal. De ahí lo de ir a plantar un pino. Y de todo eso viene también que “amis”, la antiquísima estaquilla griega, pasase a significar orinal.
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Eduardo Gil Bera

Eduardo Gil Bera (Tudela, 1957), es escritor. Ha publicado las novelas Cuando el mundo era mío (Alianza, 2012), Sobre la marcha, Os quiero a todos, Todo pasa, y Torralba. De sus ensayos, destacan El carro de heno, Paisaje con fisuras, Baroja o el miedo, Historia de las malas ideas y La sentencia de las armas. Su ensayo más reciente es Ninguno es mi nombre. Sumario del caso Homero (Pretextos, 2012).

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