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Para qué poetas

Por 15 de diciembre de 2013 Sin comentarios

Eder. Óleo de Irene Gracia

Eduardo Gil Bera

En el poema Pan y vino, de Hölderlin, hay un verso famoso que se ha estilizado como pregunta retórica, usada como muletilla previa a cualquier ocurrencia. Por ejemplo, “así como Hölderlin se preguntaba ¿para qué poetas?, nos preguntamos ¿para qué un campo de golf en Villaplasta?” o bien “¿para qué pensadores en tiempos de sandez?” o “¿para qué políticos en tiempos de memez?” Pero es que Hölderlin jamás preguntó para qué poetas, todo es una leyenda existencialoide.
Si leemos ese verso famoso en su contexto (7, 13-16):
 
 […] was zu tun indes und zu sagen,
Weiß ich nicht, und wozu Dichter in dürftiger Zeit.
Aber sie sind, sagst du, wie des Weingotts heilige Priester, 
Welche von Lande zu Land zogen in heiliger Nacht.
 
[…] mientras no sé qué hacer, ni qué decir,
ni para qué poetas en tiempo de escasez.
Aunque tú dices que son como aquellos benditos sacerdotes
del dios de vino, que andaban de país en país por la noche santa.
Vemos que el poeta dice no saber tres cosas —qué hacer, qué decir, para qué poetas—, gramaticalmente son tres subordinadas, y estilísticamente la última aparece separada de las otros dos por el verbo, de modo que es el culmen del pasaje, resaltado por la adversativa “Aunque tú dices…”
Pero la tendencia a no leer una subordinada, sino una pregunta lanzada al gallinero, una voluta pseudoangustiada, no viene de los traductores, ni de los editores alemanes que unas veces han omitido y otras multiplicado el signo de interrogación. Significadas tesis sobre Hölderlin —a cuál más vacua, Heidegger me perdone— parten de la creencia de que en ese verso el poeta plantea al universo una pregunta existencial y supramunicipal.
Al aislar de manera arbitraria y para su empleo multiuoso las dos palabras Wozu Dichter ("para qué poetas", o "para qué un poeta", porque el alemán no distingue el número en este caso, si bien el resto de la estrofa sugiere que es plural), se atribuye una pregunta fantasma a Hölderlin, se le achaca una ansiedad inventada, y se distorsiona su intención, que era replicar y matizar al poeta Heinse. Porque, para entender este verso y toda la estrofa, es crucial reparar en el contexto que completa la adversativa final:
Aunque tú dices que son como aquellos benditos sacerdotes
del dios del vino, que andaban de país en país por la noche santa.
“Tú” se refiere al poeta Heinse, a quien está dedicado Pan y vino, cuya primera versión se tituló Dios del vino. Nos hallamos en el centro de gravedad del poema, la réplica de Hölderlin a Heinse, el poeta que decía saber para qué poetas.

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Eduardo Gil Bera

Eduardo Gil Bera (Tudela, 1957), es escritor. Ha publicado las novelas Cuando el mundo era mío (Alianza, 2012), Sobre la marcha, Os quiero a todos, Todo pasa, y Torralba. De sus ensayos, destacan El carro de heno, Paisaje con fisuras, Baroja o el miedo, Historia de las malas ideas y La sentencia de las armas. Su ensayo más reciente es Ninguno es mi nombre. Sumario del caso Homero (Pretextos, 2012).

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