
Eder. Óleo de Irene Gracia
Eduardo Gil Bera
El fragmento procede del Filobiblión de Ricardo Aungervyle, obispo de Durham, que lo terminó de escribir en 1344. En el capítulo XVII, al tratar de la limpieza en la custodia de libros, describe un tremendo caso de maltrato de dichos seres:
Habrás visto algún joven cogotón (cervicosum) repantingado con desidia (segnitier residentem) sobre su mesa de estudio y cómo cuando en invierno aprieta el frío su nariz gotea (frigore comprimente distillat), pero antes de dignarse limpiarla con el moquero (emunctorio) macera el libro que tiene delante con su infecta rociadera (turpi rore). Y si al menos hubiera en su regazo un delantal de zapatero en lugar del códice (loco codicis). Pero es que tiene las uñas repletas de inmundicia fétida (fimo fetente) y negra como la pez (gagati similimum), con la que va subrayando pasajes.No se priva de comer frutas y queso sobre el libro abierto (fructus et caseum super librum expansum) ni de trasegar sin cuidado una copa, y como no tiene limosnero (eleemosynarium), deja abandonadas en el libro las reliquias. No se cansa de charlar (garrulitate continua) con lo que pone a marinar el libro en su saliva asperjada (humectat aspergine salivarum). No tarda en cruzar los brazos sobre el códice, e invita el breve estudio a larga siesta (breve studium soporem invitat prolixum) y después para reparar las arrugas dobla los márgenes de los folios, con no poco daño del libro (ad libri non modicum detrimentum).Si deja de llover y aparecen flores en nuestra tierra, este estudioso que describimos cebará su libro de violetas, prímulas, rosas y tréboles de cuatro hojas, y con manos húmedas y rezumantes de sudor (aquosas et scatentes sudore) sobará los volúmenes, y zurrará la badana blanca (candidam membranam impinget) con guantes cubiertos de suciedad universal, y pasará el índice forrado de cuero viejo por la página de línea en línea, y en cuanto le pique una pulga el libro sagrado será echado a un lado (ad pulicis mordentis aculeum sacer liber abicitur), y difícilmente lo será por menos de un mes, hasta que se hinche con la suciedad incorporada y resista los intentos de cerrarlo (quod claudentis instantiae non obedit).
Los estudiosos debaten lo del bolso limosnero, si era para llevar comida de limosna o para llevársela de los banquetes.