
Eder. Óleo de Irene Gracia
Eduardo Gil Bera
El mes que viene salen los tres primeros volúmenes de los Cuadernos negros, un diario de pensamientos que Heidegger escribió durante cuarenta años y dejó ordenado que se publicase al final de la edición completa de sus obras, copiosa empresa que se inició en 1975, cien tomos nos contemplan. Ahora vienen mil trescientas páginas en tres volúmenes, con los pensamientos madurados entre 1931 y 1941.
Lo sensacional, aunque poco novedoso, es que Heidegger creía en los Protocolos de los sabios de Sión, la falsificación decimonónica que narra de manera folletinesca una gran conjura judía para dominar el mundo. El libro tuvo gran difusión en la Alemania de los primeros años 20 y Hitler lo menciona en Mein Kampf como uno de los fundamentos de su antisemitismo. Así comentaba la obra Joseph Roth en el periódico Der Drache el 25 de marzo de 1924:
Probablemente es la lectura privada de muchos jueces y, en todo caso, influye en la justicia pública de Alemania. Quizá sus expresiones básicas fundamentarán la redacción del nuevo código de leyes burgués. Hitler lo ha anunciado. El libro está en las mesillas de noche de las mujeres alemanas. Juntamente con el gorro de dormir y los irrigadores forma parte de los aparatos más imprescindibles de todo hogar alemán. Es un álbum familiar espiritual. Una biblia aria. El libro de mayor éxito del siglo junto a la “Decadencia” de Spengler. Aún no se ha introducido en las escuelas, pero sólo porque los niños ya lo leen en casa.
Es notable, casi un siglo después, la cantidad de cumbreras que se han revelado creyentes en los protocolos sionistas, la de grandes autores —amén de prestigiosas corrientes pensativas— cuyos tópicos en lo tocante a judíos dependen de esa obra: Baroja, Heidegger, Sloterdijk, Grass, han mostrado la patita protocolar.
Del antisemitismo de Heidegger había noticia por varias anécdotas, quizá el testimonio de Jaspers haya sido el más conocido, pero es que ahora la publicación de los primeros cuadernos muestra que era cierto hasta un extremo insospechado. La judería internacional es para Heidegger un poder que controla y encarna el capitalismo, el liberalismo, la modernidad y, por lo tanto, el esquema existencial desarraigado y antipatriota, es un poder supeditado a la técnica que pretende frustrar el papel protagonista y conductor de “lo alemán” en el destino de la filosofía occidental.
Es de temer que ahora se vea cómo Heidegger se basa en los “Protocolos” para fundamentar su crítica a la cháchara y superficialidad de ese hombre moderno que no está en el mundo como es debido. Encima, el cuaderno negro correspondiente a 1942-45 es propiedad privada y el dueño no se lo deja ver a nadie, seguramente por temor a la gran conjura.
Como no ignoran los expertos, Heidegger vivió hasta los años 70 del siglo pasado. Ya para entonces se sabían muchas cosas, casi todas, del Holocausto. Con todo, dejó ordenado que estos cuadernos se publicaran tal cual los escribió, con todas sus mandangas antisemitas. Alguien caritativo dirá que pretendía mostrarnos hasta que punto el desatino puede condicionar la decisión filosófica, pero lo patente es que estaba tan persuadido de estar en lo cierto que no dudó del advenimiento de una época donde acabarían dándole la razón, siquiera en Teherán.