
Eder. Óleo de Irene Gracia
Eduardo Gil Bera
Mencionaba el otro día Luisa Etxenike el caso del escritor francés que se pone en camino para recorrer la misma ruta que Hölderlin, cuando el poeta partió a pie de Nürtingen, a finales de 1801, para llegar, a través de la nieve de Alsacia, Lyon y Auvernia, a Burdeos el 28 de enero de 1802. Creo que la comparación ilustra a la perfección nuestro vano destino. Somos el escritor francés que anda lo que dicen que anduvo para ver si andando. Hölderlin, en cambio, no cuenta el arriesgado viaje solo y a pie a través del invierno francés, ni habla de que vio el mar y navegó por primera vez uno de aquellos ciento cincuenta días bordeleses en que sucumbió a la esquizofrenia, nada de eso exhibe el poema que escribió entonces, que termina:
el mar quita y da memoria,y el amor flecha los ojos con empeño,pero lo que queda lo fundan los poetas.
Es la diferencia entre el poeta y los demás. Por eso Hölderlin es el poeta, y los demás andan a ver. Y también claro, se diferencia por aquello que hace sufrir a su alma:
preocupaciones así ha de sufrir en su alma, quiera o no,muchas veces un cantor; pero los demás, no.