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De inanitate

Por 28 de julio de 2013 Sin comentarios

Eder. Óleo de Irene Gracia

Eduardo Gil Bera

Nada muestra mejor la inanidad del farfullido de la actualidad que la llegada de agosto. El gobierno, los políticos y los opinadores con mando en plaza se van de vacaciones, desconectan, como dicen en su jerga de espectrodoméstico, y no pasa nada, todo sigue igual. ¿Qué mejor prueba de su inutilidad? Ese ritmo infantiloide, remedo del curso escolar, de la tropa de oficiantes del diario juego floral prueba su dedicación exclusiva a la nadería. El otro día hablaba Félix Ovejero de la porción de mañas pueriles que han adquirido sonsonete de axioma con el guitarrón del porquesí de aquella tuna del 68, el botellón de conbenditos que acabó porque llegaron las vacaciones escolares, gran momento de la humanidad. 
 
Todo lo que tiene rentrée, el porrompompero editorial y gubernamental, la opinión estacionada y los poetas vacacionales, no vale nada, ahora ni luego.
 
Quitando a los pobres, que se agostan todo el año y así no marcan tendencia ni llegan a nada, quienquiera que sea algo, desde el presidente de la nación de turno con casquería propia hasta su más fresco literatún subvencionado, desde el emérito que más se aburre hasta el cagulete que más promete, todos cesan en agosto, dejan el timón, y vemos que el artefacto era en efecto un timo grande, porque da lo mismo.
 
Andaba tecleando estas ocurrencias cuando han cortado la luz. Vaya hombre, tu quoque, oh miseras hominum mentes, iba a escribir, pero al back up le da igual Lucrecio y ha seguido chillando aparatoso. He tenido que grabar y abandonar, como si yo también fuera un prohombre que sale de vacaciones, siquiera al balcón. Y entonces he visto a los operarios que montan la gran torre del tendido eléctrico. Y ha roto la tormenta. Pero ellos han seguido trabajando igual. Levantar bajo la lluvia incensante una torre de acero y dotarla de su cableado, cerámicas, bucles y conexiones, es un trabajo que requiere concentración, agilidad, resistencia y sentido de equipo. La tensión estaba por las nubes. He visto los chispazos del temible poder.  Y ellos han seguido sujetos con arneses al monumento, pequeña torre eiffel de la pradera, veinte metros de altura sobre el suelo, siempre entre los visillos del aguacero y el retumbo del trueno. El hombre es aún capaz de mojarse. Me han quitado la velación y como he sido su único público, he ido a pegar hebra con los héroes subcontratados. Van al paro en agosto. No somos nada.

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Eduardo Gil Bera

Eduardo Gil Bera (Tudela, 1957), es escritor. Ha publicado las novelas Cuando el mundo era mío (Alianza, 2012), Sobre la marcha, Os quiero a todos, Todo pasa, y Torralba. De sus ensayos, destacan El carro de heno, Paisaje con fisuras, Baroja o el miedo, Historia de las malas ideas y La sentencia de las armas. Su ensayo más reciente es Ninguno es mi nombre. Sumario del caso Homero (Pretextos, 2012).

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