
Eder. Óleo de Irene Gracia
Eduardo Gil Bera
Este himno eclesial del año mil, cuando era universal convención que todo se iba a pique, anticipa el qué fue de tanto galán, qué fue de tanta invención, qué de las nieves de antaño, y con lo esbelta que era yo:
Audi tellus, audi magni maris limbus,
Audi omne, quod vivit sub sole,
Huius mundi decus et gloria
Quam sint falsa et transitoria,
Ut testantur haec temporalia,
Non in uno statu manentia.
Nulli valet regalis dignitas,
Nulli valet corporis quantitas.
Nulli artium valet profunditas,
Nulli magnae valent divitiae,
Nullum salvat genus aut species,
Nulli prodest auri congeries.
Transierunt rerum materies,
Ut a sole liquescit glacies.
Ubi Plato, ubi Porphyrius;
Ubi Tullius aut Virgilius;
Ubi Thales, ubi Empedocles
Aut egregius Aristoteles;
Alexander ubi rex maximus;
Ubi Hector Troiae fortissimus;
Ubi David rex doctissimus;
Ubi Salomon prudentissimus;
Ubi Helena Parisque roseus —
Ceciderunt in profundum ut lapides:
Quis scit, an detur eis requies.
Sed tu, Deus, rector fidelium,
Fac te nobis semper propitium,
Quum de malis fiet iudicium.
Oiga la tierra, cintura del amplio mar,
Oigan todos cuantos viven bajo el sol,
Cuán falsos y perecederos son
Ornato y gloria de este mundo,
Cómo trascienden sus eventos
Que en ninguno hay duración.
Nada aprovecha dignidad regia,
Nada, del cuerpo magnitud
Nada, en artes profundidad,
Nada, en riquezas cantidad.
A nadie salvan género ni especie,
A nadie sirve el oro amontonado.
Pasó la sustancia de las cosas,
Como hielo derretido al sol.
¿Dónde están Platón y Porfirio?
¿Qué fue de Tulio y Virgilio?
¿Dónde para Tales, dónde Empédocles,
O el famoso Aristóteles?
¿Dónde está el gran rey Alejandro?
¿Dónde Héctor, de Troya el más fuerte?
¿Dónde David, rey sapientísimo?
¿Qué fue de Salomón el prudentísimo?
¿Qué de Helena y Paris rosado?
Como piedras cayeron al hondón,
Quién sabe si descansarán en paz.
Pero tú, Dios, rector de fieles,
Sé siempre para nosotros propicio,
Cuando en cosa de males se falle el juicio.