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Bien pudiera

Por 25 de febrero de 2013 Sin comentarios

Eder. Óleo de Irene Gracia

Eduardo Gil Bera

Me preguntas lo de Hernán Cortés. Pues lo considero creíble. Estudié hace tiempo el caso, en Gómara, donde el horizonte tiene veleidades convexas y las aguas todavía parecen dudar entre ir al Atlántico o al Mediterráneo. Del viejo castillo sólo queda una encía gastada. Hijo de este lugar era López de Gómara, cronista severo y narrador extraordinario.
 
En 1562 una cédula de Felipe II ordenó al corregidor de Soria recoger los papeles del escritor, ya difunto, en su casa de Gómara, “junto a la ciudad de Soria”. Era la culminación de un persecución oficial que empezó en 1553, cuando se prohibió imprimir, vender, poseer y leer la Historia General de las Indias, que tuvo un año escaso de legalidad en España, pero fue la obra más leída y traducida de su siglo en Europa, y una de las más frecuentadas por Montaigne y los ilustrados de la época.
 
Consta que la prohibición se notificó a una docena de libreros de Sevilla, lo que da idea de lo abundoso del gremio.
 
Ahora, ¿qué hizo López de Gómara para pasar de cronista oficial de Carlos V y autor exitoso, a escritor prohibido y borrado, que pasó sus últimos años en arresto domiciliario? ¿Fue lo de Hernán Cortés? Para mí, no. Yo creo que fue una cuestión de etiqueta. El motivo fue haber criticado en sus Anales del Emperador Carlos V la instauración en 1548, por el príncipe Felipe, en su palacio de Valladolid, de la etiqueta borgoñona, en detrimento de la castellana, “que por sola su antigüedad se debía guardar”.
 
Felipe II nunca olvidó la crítica, y emitió hasta tres cédulas —la primera, cuando todavía era príncipe— ordenando la recogida de los libros y papeles de López de Gómara, y su desaparición oficial.
  
Ahora, la Historia de Gómara es una pieza extraordinaria y venerable, que narra, entre otras cosas mucho más  valiosas desde el punto de vista humanístico y literario, las hazañas de Hernán Cortés, de "condición putañero y muy celoso". El núcleo original de la Verdadera historia, el que según Duverger procederia del propio Hernán Cortés, no rectifica la narración de Gómara, al contrario, la da por buena y solo se preocupa de hincharla con lances cuarteleros.

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Eduardo Gil Bera

Eduardo Gil Bera (Tudela, 1957), es escritor. Ha publicado las novelas Cuando el mundo era mío (Alianza, 2012), Sobre la marcha, Os quiero a todos, Todo pasa, y Torralba. De sus ensayos, destacan El carro de heno, Paisaje con fisuras, Baroja o el miedo, Historia de las malas ideas y La sentencia de las armas. Su ensayo más reciente es Ninguno es mi nombre. Sumario del caso Homero (Pretextos, 2012).

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