Edmundo Paz Soldán
Conocí a Pablo García Piñar hace algunos años, cuando comenzó su doctorado en Cornell. Le interesaba el siglo de oro, pero al final se decantó por la literatura colonial. Tomó una clase conmigo, vimos juntos algunos partidos de la Champions. Lo había visto ejercer de D.J. en un bar de Ithaca (The Chanticleer), y en un par de charlas me llamó la atención su conocimiento del pop y el rock contemporáneos. Un día, muy tímidamente, me regaló un CD de un grupo llamado Whitechapel. Le pregunté de dónde eran. Me dijo que el grupo lo formaban un amigo (Javier Cantudo) y él; Javier estaba a cargo de las guitarras y la batería, Pablo cantaba. Lo escuché y me impresionó su profunda melancolía; también, todo hay que decirlo, que este duo andaluz se hubiera decidido a cantar en inglés.
Esta semana salió en España Experimental Deaths, el segundo CD de Whitechapel. El sonido del grupo ha madurado mucho y ha logrado consolidar sus diversas influencias (de Alex Chilton y Elliot Smith a la escena indie de hoy). Algunas de sus canciones –"North State New York Girls", "The Void"— son tan melódicas y pegajosas que podrían ser un éxito en la radio; otras —"The Master Plan"— están para ser escuchadas en una tarde lluviosa. No sólo la música es poderosa; las letras de las canciones crean una atmósfera emocional marcada por la ternura, el desengaño y la pérdida. Experimental Deaths es un gran disco, y Whitechapel una notable paradoja: un grupo que ha enriquecido el pop español aunque cante en inglés.