Edmundo Paz Soldán
The Narrow Road es un relato conmovedor de los prisioneros de guerra del Japón que, durante la segunda guerra mundial, fueron obligados a construir La Línea, como se llamaba la ruta del ferrocarril que unía Tailandia con Birmania. En el Ferrocarril de la Muerte trabajaron doscientos cincuenta mil prisioneros, de los cuales murieron más de cien mil a causa de la brutalidad japonesa, las malas condiciones de alimentación e higiene de los campos de concentración, y enfermedades como la disentería y el cólera. El padre de Flanagan fue uno de esos prisioneros, y la novela puede leerse como un homenaje a quienes fueron marcados por ese proyecto desatinado del imperio japonés: "Todo fue para nada, y de eso nada quedó. La gente insistió en buscarle sentido y esperanza, pero los anales del pasado son solo una fangosa historia de caos… De los sueños imperiales y los muertos solo queda la maleza alta".
Flanagan se centra en Dorrigo Evans, un soldado australiano que se convierte, gracias a su trabajo como cirujano, en uno de los líderes entre los prisioneros, alguien que debe negociar con los japoneses la cantidad de trabajadores que debe realizar determinada obra; eso le permite salvar de vez en cuando a algunos de sus compañeros, aunque eso no le impide sentirse culpable: "Jugaba el juego lo mejor que podía, y cada día perdía un poco más, y esa pérdida se contaba en las vidas de otros". Flanagan alterna su novela con un presente donde Evans se ha convertido en un héroe australiano por sus sacrificios durante la guerra; sin embargo, es incapaz de disfrutar de sus hazañas, ya que está marcado por el trauma de la Línea y por un amor imposible por Amy, la esposa de su tío, con quien tuvo una aventura antes de ser tomado prisionero.
Flanagan trata de ser demócratico y se ocupa con detalle tanto de los prisioneros como de los soldados japoneses, a quienes no reduce a una versión unidimensional; hay páginas brillantes sobre Nakamura, uno de los oficiales más brutales, desesperado por evitar que lo declaren un criminal de guerra una vez derrotado el imperio. Pese a eso, las mejores partes son las que muestran la descarnada crueldad japonesa. Flanagan describe con vividez a esos prisioneros que no pueden caminar de tan débiles que están y se quedan tirados entre la maleza, su cuerpo temblando por la malaria, esperando los latigazos de sus captores bajo la lluvia inclemente, resignados a la muerte.
La prosa de Flanagan aspira a la poesía, aunque su lirismo no es tan efectivo al describir las escenas entre Evans y Amy, demasiado sentimentales, como cuando se ocupa de los pequeños actos de humanidad de los prisioneros y del escenario excesivo de la selva, que se lleva a todos por delante. The Narrow Road to the Deep North -la frase viene de un haiku de Basho- es un libro magistral sobre las infamias de la guerra y también sobre lo que viene después, que no es menos infame: el duelo y la melancolía de sabernos vivos después de haber presenciado el horror.
(La Tercera, 2 de noviembre 2014)