Edmundo Paz Soldán
Hace unos días Gustavo Faverón estuvo por Ithaca. Su esposa, Carolyne Wolfenzon, tenía que defender su excelente tesis doctoral sobre la novela histórica en América Latina (esta tesis hará mucho por, entre otras cosas, consolidar el prestigio creciente de di Benedetto, un autor conocido sobre todo por Zama). Durante un par de noches, Gustavo, Carolyne y yo nos pusimos al día y hablamos de todo y de nada, como tiene que ser.
Gustavo tenía una sorpresa para mí. El manuscrito de El anticuario, su primera novela. Acabo de leerlo. Es una excelente novela, que echa por tierra ese lugar común de que en todo crítico anida un novelista fracasado. El anticuario comienza con ecos intencionales a Borges y Paul Auster, para luego desmarcarse y crear su propio mundo narrativo. Esta es la historia de Daniel, un hombre encerrado en un sanatorio mental, y de los intentos del narrador por comprender por qué Daniel, un día tres años atrás, en un acceso de locura, mató a su pareja, Juliana. La atmósfera es la de un cuento de terror, pero los sustos no tienen mucho que ver con fantasmas góticos sino con las intermitencias del corazón, con los extraños lazos fraternales y sentimentales que nos unen y también desunen.
Tengo mucho más que decir sobre esta novela, pero es un poco raro reseñar un libro que por ahora sólo existe como manuscrito. En todo caso, me alegra saber que, una a una, todas las promesas de lo que podía llegar a ser Gustavo están siendo cumplidas.