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Ochenta Bibliotecas Aira

Por 12 de abril de 2015 Sin comentarios

Edmundo Paz Soldán

En una isla paradisíaca situada frente a las islas de Panamá vivía César Aira, en un bello palacio de mármol blanco. Era joven, y le encantaba escribir. Terminaba un libro y empezaba otro. Cuando entregaba uno ya había mandado otro a sus editores, y como siempre estaba escribiendo para al menos dos editores distintos no era raro que se le acumularan dos o tres novelas esperando ser escritas. Escribía sobre todo fábulas disparatadas (Las noches de Flores, El congreso de literatura), pero también podía ponerse algo filosófico (Actos de caridad, Los fantasmas) y no faltaban sus incursiones en la historia (Un episodio en la vida del pintor viajero), sus reflexiones sobre la literatura (Varamo) y sus viajes al principio de todo (El tilo). Escribía porque estaba en guerra con la Princesa Primavera, responsable, por su trabajo como traductora de novelas convencionales, de expandir por el mundo la ficción verosímil, el tonto "pasatiempo". César Aira debía ser el alma y la inspiración de una resistencia a esos valores. El ejército enemigo era superior, pero él contaba con un arma que valía por todas las demás: la sorpresa. No hacía ninguna planificación más allá de seguir algunas pistas de filiación vanguardista, y en el desorden sus libros se multiplicaban, hacían toda clase de maniobras irracionales que confundían más todavía al enemigo. Respetaba a quienes escribían novelas resignadas a ser una mera variación, un equivalente de otra cualquiera, porque eso querían los lectores, lo nuevo dentro de lo viejo, libros ya leídos, historias que se sabían de memoria, la anulación del tiempo. No pensaba ganar la batalla, la Princesa Primavera tenía una gran mayoría fiel dentro de la gran minoría que todavía leía libros, él sólo quería una pequeña minoría fiel. Su magia llevaba muchas décadas y había sobrevivido a todos los malos agüeros de la extinción de un público para sus libros. Llegó un día en que le dijeron que su rareza era tanta que se había convertido en el centro de atracción de la feria, y sus editores panameños querían hacer una Biblioteca César Aira, una suerte de réplica de todas las Bibliotecas César Aira que existían en las casas de lectores distraídos que, al ver esas novelas pequeñas y proliferantes que se podían leer en una hora o quizás menos, las habían comprado y se habían puesto a leerlas -no todas, era imposible- y, aunque a veces las tiraban por la ventana por abusar de su paciencia (Las aventuras de Barbaverde, El error), en muchas ocasiones llegaban a admirar la pericia, el genio de su construcción (El tilo, Dos payasos). No sólo eso, también había aparecido un ejército de escritores que escribían a su manera, de modo que las maniobras irracionales que encerraban sus páginas se habían convertido en una nueva norma de estilo. Los editores no se pudieron poner de acuerdo en cuáles de sus libros debían ingresar en esa Biblioteca, pero Aira les dijo que no había problema, que si no les gustaban algunas de sus novelas por suerte tenía otras. De modo que los señores Emecé hicieron una Biblioteca César Aira, que ya tiene como diez títulos (el último se llama La Princesa Primavera, narra una historia con ovejas ciegas, árboles de navidad que piensan y helados parlantes, e incluye un ensayo camuflado sobre la supersticiosa ética del lector contemporáneo), y los señores Random hicieron otra Biblioteca César Aira, que recién comienza con una novedad (El Santo) y cuatro relanzamientos. Hay para todos los gustos, para ochenta o cien Bibliotecas Aira. Aira, mientras tanto, pensaba que todo eso era una alucinación, pero con el mismo derecho podía decir que todo era alucinación, y que todo era realidad.

 

(La Tercera, 12 de abril 2015)
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Edmundo Paz Soldán

Edmundo Paz Soldán (Cochacamba, Bolivia, 1967) es escritor, profesor de literatura latinoamericana en la Universidad de Cornell y columnista en medios como El País, The New York Times o Time. Se convirtió en uno de los autores más representativos de la generación latinoamericana de los 90 conocida como McOndo gracias al éxito de Días de papel, su primera novela, con la que ganó el premio Erich Guttentag. Es autor de las novelas Río Fugitivo (1998), La materia del deseo (2001), Palacio quemado (2006), Los vivos y los muertos (2009), Norte (2011), Iris (2014) y Los días de la peste (2017); así como de varios libros de cuentos: Las máscaras de la nada (1990), Desapariciones (1994) y Amores imperfectos (1988).Sus obras han sido traducidas a ocho idiomas y ha recibido galardones tan prestigiosos como el Juan Rulfo de cuento (1997) o el Naciones de Novela de Bolivia (2002).

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