Edmundo Paz Soldán
Lima es una de esas ciudades que siento mías. Quizás todo se deba a que el tronco principal de los Paz Soldán sea peruano. O quizás se trate de algo más simple: ya son diez años de visitas, tengo grandes amistades y recuerdos intensos relacionados con Lima. Como sea: estuve el pasado fin de semana por allá, invitado por la universidad Católica para su programa de apoyo a la lectura, y tuve la oportunidad de reencontrarme con amigos entrañables, comer bien (chifa en el Wa Lok, seco de cordero en José Antonio), visitar librerías (Ksa Tomada, El Virrey) y bares (La Sede). Fueron días de vértigo y euforia, días de no saber si estaba despierto o si tenía los ojos abiertos, días de sentirme en casa aunque supiera que me esperaran más aeropuertos.
Aquí, una lista muy incompleta de novedades limeñas:
Exposición Vargas Llosa en el museo O’Higgins (jirón de la Unión). Una impresionante retrospectiva del escritor peruano, con documentos originales y fotos de los archivos personales y de la universidad de Princeton. Hay salas que recrean el bar La Catedral y un cuarto en el Leoncio Prado. Vargas Llosa: la libertad y la vida, el libro que acompaña la exposición, preparado por Sergio Vilela y Alonso Cueto, tiene también documentos notables. Por ejemplo, un poema de Vargas Llosa a Cochabamba, escrito a los once años, con versos como estos:
¡Cochabamba!
Recuerdo feliz de mi existencia
Ciudad que quiero y extraño todavía
A pesar que hace años de ti me alejé
Una página de oro de mi historia/En ti grabé.
Bareto. Esta banda instrumental hace "música fusión". Algunos temas del cancionero popular peruano y latinoamericano son pasados por el jazz, el reggae, el ska y la cumbia. Sergio Vilela me regaló su segundo compact, Cumbia, con versiones muy logradas de clásicos como Llorando se fue (Los Kjarkas), Caballo viejo y Mujer hilandera (el video de YouTube que acompaña al post es de esta canción).
Enrique Prochazka, Un único desierto. Este libro de cuentos de 1997 fue reeditado por editorial Matalamanga este año. Prochazka solía ser un escritor secreto, pero, después de ser descubierto por Vila-Matas, ya no lo es tanto. La editorial 451 ha publicado en España su única novela, Casa, y el libro de relatos Cuarenta sílabas, catorce palabras. Casa no me convenció; la sentí abstracta, descarnada, fría. Un único desierto es otra cosa: pese a que las deudas con sus influencias suelen ser obvias y forman parte de un efecto intencionalmente buscado (Kafka, en "La mano de Kazka", Orwell en "2984", Borges en todo el libro), el mundo, o mejor, los mundos de Prochazka son de verdad únicos. Prochazka confirma como pocos escritores latinoamericanos hoy que ese sueño dirigido llamado literatura debería tener como patrimonio a todo el universo. Hay cuentos perfectos ("Taylor", "Conquistador", "Happy End"), cuentos no tan perfectos ("2984", con ese párrafo final en el que el narrador decide explicitar algo que ya había quedado claro), y, no sé por qué, demasiadas justificaciones (para dárselas de escritor misterioso y nada interesado en la forma en que va a ser recibida su obra, Prochazka parece muy pendiente de ello: este libro tiene tres textos suyos que explican el cómo y el por qué de sus cuentos).