Edmundo Paz Soldán
Hoy vi a Bill Maher en Ithaca. Hacía mucho que no me reía tanto: Maher es, junto a Jon Stewart, Stephen Colbert, Tina Fey y Dave Letterman, uno de esos cómicos políticamente incorrectos que ha sido capaz de decir cosas de los republicanos que los periodistas serios no se han animado a decir. Cuando los republicanos compararon a Obama con Britney Spears porque era muy "popular" y llenaba estadios, Maher dijo, en su show en HBO, que los republicanos también tenían políticos que llenaban estadios, "por ejemplo Bush el Astrodome de Nueva Orleans, después de Katrina".
Cuando escuchaba a Maher monologar sobre Sarah Palin -"y yo que pensé que el retardado de la familia era su hijo"–, me dije: ¿en qué momento las elecciones presidenciales norteamericanas se convirtieron en una parodia de sí mismas? Ha tenido que ser cuando McCain decidió que la gobernadora de Alaska sería su candidata a la vicepresidencia. Uno escucha su entrevista con Katie Couric –¿su experiencia en política internacional? "Puedo ver Rusia desde mi casa"- y concluye que Palin se lo ha hecho demasiado fácil a los cómicos. De hecho, como señala Andrew Sullivan, la parodia de Saturday Night Live a la entrevista se da el lujo de mantener buena parte de las frases de Palin tal cual fueron pronunciadas.
Ahora todos se burlan de Bush y los republicanos. Pero hubo un momento, entre el 2002 y el 2005, que ni en el New York Times se atrevían mucho a criticarlos, por miedo a ser calificados de "antipatriotas". Esos años nefastos, las críticas más ácidas a Bush las escuché en los shows de Jon Stewart y Bill Maher. Por eso, hoy, sentí que no podía perderme el show de Maher. Era una forma de agradecerle por haber estado ahí, por haber mantenido su irreverencia, por no haberse callado la boca cuando ésa era la actitud general ante el poder de un partido que predicaba "honor", "patriotismo" y "valores familiares" al mismo tiempo que en la práctica hacía lo contrario.