Edmundo Paz Soldán
Juan Vere o Juan de Vere –"nada tiene de original mi figura"- recuerda el tiempo en que, a principios de los ochenta, en su temprana juventud, fue ayudante de Eduardo Muriel, un conocido director de cine, y supo de su relación extraña con su esposa Beatriz, y de la turbia presencia en sus vidas del doctor Van Vechten. Estamos en el período de la Transición, España se encuentra apurada en dejar atrás el largo período del franquismo, los delatores y traidores de antes van maquillando sus biografías y convirtiendo su pasado deleznable en uno de heroica resistencia al régimen. Muriel le pide un favor al narrador, y así este se entera de que hay algo en el pasado de su empleador y su esposa que afecta a las relaciones del presente; son tiempos en los que no hay divorcio, por lo cual Muriel y Beatriz siguen viviendo juntos a pesar de que todo indica que no deberían estarlo. Así empieza lo malo, entonces, se maneja en varios niveles: por un lado, se trata de enterarse de qué cosa grave ha hecho o dicho Beatriz que ha llevado a Muriel a rechazarla; por otro, la historia individual sirve para una reflexión más amplia sobre la necesidad o no que tienen las sociedades de enfrentarse al pasado, un tema de importancia en países que deben lidiar con el trauma de guerras y dictaduras.
El narrador de Así empieza lo malo es menos ambiguo que otros narradores de Marías: yendo a contrapelo del lugar común de que es buena la verdad aunque duela -el lugar común en el que ha insistido la novelística española y latinoamericana de las últimas décadas–, Juan (de) Vere aprende más bien otra cosa: "Guárdatelo, cállatelo. Me ha costado decidir que ya no quiero saber, sin embargo la decisión es firme desde anteanoche. Tampoco lo cuentes por ahí. Aquí se cometieron muchas vilezas durante muchos años, pero se ha convivido con quienes la cometieron, y algunos hicieron favores también. Se ha de convivir con ellos hasta que nos muramos tantos, y entonces todo empezará a nivelarse y nadie se dedicará a rastrearlas…" Ese es el corazón moral de la novela, aquel que muestra al mejor Marías, el que defiende de manera convicente su intuición de que la literatura tiene una forma de conocimiento propia y particular de aprehender la realidad. Enfrentémonos al pasado, sugiere el narrador -de eso va la novela–, pero no sacralicemos la búsqueda de la verdad a toda costa, porque luego quizás no sepamos qué hacer con ella o lo que aprendamos también termine por hundirnos a todos nosotros.
Se ha insistido en lo cerebrales que suelen ser las novelas de Marías, en la predominancia de la aventura intelectual en que se embarcan sus narradores, y Así empieza lo malo no se aparta de eso; de hecho, las reflexiones aplastan la historia a grandes tramos –se convierten ellas mismas en la historia–, y personajes clave como el doctor Van Vetchen no terminan de despegar. En todo caso, pierde su tiempo quien quiera encontrar en Marías a un escritor realista al uso. Todas las escenas, tanto las memorables -el narrador observando a los esposos en la alta noche, el narrador observando a Beatriz en una escena comprometedora- como las que no, están contadas con algo de artificio teatral. Hay un director de escena que está moviendo los hilos y que de manera conveniente coloca a Juan (de) Vere en situaciones en que este ve cosas necesarias para el desarrollo argumental.
Así empieza lo malo tiene personajes secundarios caracterizados con maestría, como el cómico profesor Rico, y un lenguaje amplio en registros, desde los acostumbrados cultismos de Marías hasta un nuevo talento para las palabras vulgares, a las que se saca provecho y brillo. Tiene también descripciones certeras de sus protagonistas: "Tenía una nariz muy recta, sin asomo de curvatura pese a su tamaño, y en el cabello tupido, peinado a raya con agua como seguramente se lo había peinado desde niño su madre -y él no había visto razón para contravenir aquel remoto dictamen–, le brillaban algunas canas dispersas por el dominante castaño oscuro". No se suele mencionar este aspecto de la prosa de Marías, su capacidad para captar los colores, olores y sabores de ese su mundo tan singular, en el que casi siempre se narra cómo es que "empieza lo malo y lo peor queda atrás" (pero eso nunca es consuelo). A estas alturas, ya se sabe cómo es que empieza lo malo, pero uno quiere que Marías lo vuelva a contar.
(Letras Libres, noviembre 2014)