Edmundo Paz Soldán
Carmen Boullosa estuvo de visita en Ithaca. Llegó entusiasmada por el último ejemplar de la revista Crítica de la universidad autónoma de Puebla ("la mejor revista literaria latinoamericana"), y comenzó su charla leyéndonos dos poemas publicados allí, de Lizalde y Pacheco, que aludían al catastrófico escenario mexicano actual, en el que parece haber triunfado el "dictado sicótico de las drogas". Sí, hay crisis en México, nos dijo Carmen a los profesores y estudiantes reunidos en la A.D. White House, en todos los frentes -en la política, en la economía- excepto en las artes: "a la novela, a la poesía, no la intimida la desgracia; al contrario, la alimenta".
Carmen nos leyó un cuento escatológico sobre Darío, Paz y un fantasma en Nueva York. El cuento pertenece a su último libro, El fantasma y el poeta (Sexto Piso), y puede leerse como una metáfora sobre los escritores que se comen a otros escritores para sobrevivir. También, como parte de un proyecto en el que Carmen ha estado empeñada desde su llegada a Brooklyn seis años atrás: reclamar la ciudad de Nueva York como nuestra, insistir en su lado latinoamericano. De hecho, yo conocí a Carmen en persona cuando ella me invitó, casi tres años atrás, a una serie de charlas en la desaparecida librería Lectorum en Nueva York, que reunía a algunos escritores latinoamericanos y españoles que viven allá: Eduardo Mitre, Eduardo Lago, Naief Yehya, Lina Meruane, Silvia Molloy, José Manuel Prieto. Recibí con timidez su invitación a quedarme en su casa en Brooklyn, pensé que se trataba de una formalidad, pero su insistencia me hizo ver pronto en que lo suyo era pura generosidad. Ése es el rostro que siempre he visto de ella.
Carmen terminó hablando de la subversión que significa escribir en español en un país que se precia de ser monolingüe. Mencionó los cambios en la relación de sus novelas con la historia (en la época de Son vacas, somos puercos, mi novela favorita de Carmen, narradores con perspectivas limitadas, y omniscientes a partir de La otra mano de Lepanto, debido a que las últimas novelas son más bien épicas). Fuimos a comer con un grupo de estudiantes, y la dejé temprano en el hotel; tenía que levantarse a las siete de la mañana, quería volver a Ithaca vía Syracuse; en el tren podría, con calma, revisar el manuscrito de su última novela, El complot de los románticos, que acaba de ganar el prestigioso premio Café Gijón en España.