Edmundo Paz Soldán
Bolivia conmemora un aniversario más de su fundación sumida en una crisis profunda. La anterior semana le escuché a alguien decir en Cochabamba: "nunca he tenido tanto miedo como hasta ahora". Un repaso a los titulares de los periódicos muestra con contundencia los alcances del desastre: "Caos, violencia y luto en el aniversario patrio", titula El Deber; "Bolivia cumple 183 años en medio del caos", dice Los Tiempos.
Hay un referendo revocatorio este domingo, pero los líderes políticos no se han puesto de acuerdo en el por qué y en el para qué (Evo ha señalado, sin embargo, que si gana, profundizará el modelo socialista en el país). La Corte Electoral, que solía ser una institución confiable, ha perdido su legitimidad desde la llegada de Exeni. El Tribunal Constitucional está descabezado, y cuando la única magistrada toma decisiones, las autoridades la ignoran (no podía ser de otra manera: Evo hace poco dijo que, cuando era necesario, no hacía caso a las leyes, y que sus abogados estaban para arreglarle los entuertos). Hay una huelga de hambre de quinientas personas en la "media luna". El gobierno amenaza con juicios a los líderes de Santa Cruz; el Fiscal General acusa de "genocidio" al ministro de Gobierno. Los mineros y la Central Obrera, que debían ser fuente natural de apoyo a Evo, lo acusan de "neoliberal" por la nueva Ley de Pensiones; ayer hubo dos muertos. A Tarija debían llegar a encontrarse con Evo la presidenta de Argentina y el de Venezuela, pero estudiantes, miembros del cómite cívico y una "Guardia Autonómica" lo impidieron; a Chávez no se le ocurrió otra cosa que decir que era culpa del "imperio, que contraataca". Mientras tanto, las celebraciones del 6 de agosto en Sucre se ven empañadas porque ese departamento ha dicho que Evo no es bienvenido hasta que pida disculpas por los sucesos trágicos de fines del año pasado.
Evo quiere seguir adelante con su proyecto de refundación nacional. Por no estar dispuesto a hacer concesiones, por no querer negociar y llegar a acuerdos, lo suyo parece más bien la "fundición" nacional (la oposición también tiene su parte de culpa en esto). Quizás Evo logre hacer aprobar su nueva Constitución, pero cuando lo haga, el país ya será otro. De hecho, ya lo es: Evo ganará este domingo el revocatorio, pero el precio a pagar será no ser bienvenido en al menos cinco de los nueve departamentos. Si a eso se le llama triunfo, habrá que decir que los principales dirigentes del MAS saben algo que nosotros no sabemos. Éste es el caso de un "empate catastrófico" que terminará en la derrota de todos los bolivianos.