Diana Fernández González
Por definición, la curiosidad no es la mejor consejera para la seguridad. Y en el periodismo, también por definición, eso se potencia. En los libros de Kapu, el riesgo está en cada página.
El libro "Un día más con vida" es literalmente eso. En el medio de esa guerra civil en Angola nada aseguraba el día siguiente, y varias veces solo un milagro podía hacer que el periodista amaneciera a la siguiente jornada.
Se podría hacer un catálogo de episodios donde estuvo al borde de la muerte, pero eso si, contados sin dramatismo, hasta con algo de humor.
En especial Ebano está abarrotado de situaciones que juegan con el límite, o están decididamente en el área en lo que lo más probable es no salir vivo. Cruzar una manada de búfalos es sólo una anécdota, pero estar acostado al lado de una cobra egipcia ya no. Estar rodeada de leonas, cambiando un neumático en el parque Serengeti, puede parecer una típica historia de cazador, pero hay que salir para poder contarla.
Su inmersión en la sociedad consistió también conocer de adentro sus enfermedades, por ejemplo la malaria cerebral, que luego lo llevó a la tuberculosis.
Ese viaje interior le permitió describir esta imagen tremebunda: "Había pasado un mes de aquella existencia miserable y lacia cuando me desperté una noche porque sentí la almohada excesivamente húmeda. Encendí la la luz y me quedé de una pieza: la almohada estaba empapada en sangre. Corrí al cuarto de baño y me miré al espejo: tenía toda la cara manchada de sangre. En la boca notaba la presencia de una sustancia pegajosa que tenía un sabor salado. Me lavé pero no conseguí volver a conciliar el sueño" (p. 74).
El escape de Zanzíbar es también una película, al estilo de Indiana Jones. A la noche, en la oscuridad, se subieron con un grupo de periodistas a una lancha para cruzar el mar, que los sorprendió con un monzón que los devolvió, maltrechos, a la isla de donde estaban huyendo.
Los robos en su departamento de Lagos eran rutinarios y eso no parecía preocuparle, pero mi situación preferida es la del desierto. Allí Kapu se describe acostado durante largas horas bajo una camión descompuesto, administrando la poca agua que le queda junto a Salim, el chofer que sabía poco de motores. Estaban ya pensando seguramente en su muerte segura cuando aparecieron en la oscuridad "un par de ojos grandes y brillantes". Era otro camión que, de pura casualidad, pasaba por allí, donde el camino ya había sido borrado.
Ese par de ojos grandes y brillantes es lo que representa también Kapu para nosotros. Solo su curiosidad infinita pudo darnos semejante retrato de lo que está más allá del límite. A costa, por supuesto, de su seguridad.
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