Clara Sánchez
"-No quiero que se me compadezca, contestó el viajero; quiero que se me instruya: empezad primero por decirme cuántos sentidos tienen los hombres de vuestro globo.
-Tenemos setenta y dos, dijo el académico, y nos quejamos a diario de su poquedad. Nuestra imaginación va más allá de nuestras necesidades; nos parece que con nuestros setenta y dos sentidos, nuestro anillo, nuestras cinco lunas, estamos demasiado limitados; y, a pesar de toda nuestra curiosidad y del número bastante grande de pasiones que resultan de nuestros setenta y dos sentidos, nos sobra tiempo para aburrirnos.
-Ya lo creo, dijo Micromegas, pues en nuestro globo tenemos cerca de mil sentidos, y todavía nos queda no sé qué vago deseo, no sé qué inquietud, que nos advierte continuamente que somos poca cosa, y que hay seres mucho más perfectos.
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-Micromegas le replicó: "Si no fuerais filósofo, temería afligiros informándoos de que nuestra vida es setecientas veces más larga que la vuestra; pero demasiado sabéis que cuando hay que devolver el cuerpo a los elementos, y reanimar a la naturaleza bajo otra forma, a lo cual se llama morir, cuando ese momento de metamorfosis ha llegado, haber vivido una eternidad o haber vivido un día es exactamente lo mismo."
Este texto corresponde a la novelita corta de Voltaire (1694-1778), Micromegas, donde dos extraterrestres hablan sobre la vida en sus diferentes planetas con una gracia y una sabiduría que encantan. Ayer al mencionar a Philip K. Dick me acordé de él y, si queremos, podemos ir más atrás aún, porque parece que la literatura está unida por un cableado eléctrico invisible y que la libertad de expresión y la originalidad no es patrimonio de ninguna época en especial.