Clara Sánchez
Por fin se ha vuelto a editar Matar a un ruiseñor (Zeta Bolsillo), una novela que no encontraba por ningún lado desde hace mucho tiempo. La escribió Harper Lee, una mujer que habría pasado desapercibida de no habernos entregado esta hermosa historia sobre un abogado, de nombre Atticus, y sus dos hijos en un pueblo sureño de Estados Unidos durante los años treinta. La narradora es la niña Jean Louise Finch (Scout) y cuenta cómo su padre venciendo los fuertes prejuicios raciales que dominaban su comunidad decide defender ante los tribunales a un hombre negro acusado de violar a una mujer blanca mientras ella, su hermano y un amigo crean su propio mundo y sus propios misterios.
Pero ésta es sólo la historia, lo que de verdad importa es la manera en que Harper Lee crea el sofoco de aquel verano, crea a sus entrañables personajes y logra crear la realidad que estos personajes creen que viven. Uno siente que entra en un mundo ajeno y que si se queda a vivir ahí algún tiempo podría empezar a pensar y sentir como esa gente.
La novela se llevó un merecido premio Pulitzer en 1961, y quien no la haya leído quizá sí haya visto la versión cinematográfica que hizo Robert Mulligan un año después. Recordarán a Gregory Peck dando vida a Atticus, papel que le valió un también merecido Oscar.
A Harper Lee (retirada voluntaria y discretamente de la fama) a veces también se la recuerda por ser amiga del nada discreto Truman Capote y por ser la escritora que le acompañó en sus investigaciones en Holcomb, el pueblo de Kansas en que ocurrió el asesinato de la familia Clutter que dio lugar a otra de las novelas que marcaron el siglo XX, A sangre fría.