Clara Sánchez
Desde Ginebra nos llegan estos días noticias sobre la posible desaparición del cabaret Voltaire en Zúrich, donde se gestó el movimiento dadaísta y se les dio un espléndido impulso a las vanguardias. El cabaret tiene casi cien años, y fue fundando aprovechando un antiguo café en Zúrich el 1 de febrero de 1916 por el alemán Hugo Ball y por la cantante berlinesa Emma Hennings, que lo rebautizaron con el nombre de cabaret Voltaire. En él formuló sus primeros manifiestos del dadaísmo el rumano Tristan Tzara, junto con Hugo Ball y con el alsaciano Hans Arp, que luego sería un famoso escultor no figurativo.
Más tarde frecuentarían el local y participarían del movimiento dadaísta artistas provenientes de América como Marcel Duchamp y Francis Picavia. Por allí pasaron también Kandinski, Paul Klee y Giorgio de Chirico. Del café salieron numerosos manifiestos y revistas, se celebraron numerosos espectáculos. El cabaret Voltaire es lugar de cita obligada en Zúrich para escritores, artistas y publico en general que cada día lo visita por centenares. Ahora han recortado las ayudas públicas, y los ciudadanos han decidido contribuir apoyándolo con sus impuestos.
La imagen del mítico café nos recuerda la de otros tristemente desaparecidos como el famoso café de El Pombo en Madrid, donde Ramón Gómez de la Serna y otros escritores y artistas realizaron una magnífica difusión de las vanguardias en España. Hoy, si exceptuamos el café Gijón y otros lugares de tertulia, la función pública de la literatura se reduce casi exclusivamente a las presentaciones de libros y a las mesas redondas.