Clara Sánchez
He vuelto a ver Encadenados, de Alfred Hitchcock, y uno de los besos más famosos de la historia del cine, el de Cary Grant e Ingrid Bergman, que para superar los tres segundos impuestos por la censura logró un plus de erotismo raro en la época. Se logró un beso flexible, distinto a estos de mentira de medio cuerpo inclinado y labios cerrados a cal canto. En aquella época el beso era algo de puertas para dentro y para poner fin a las películas. Ahora sabemos que es bueno para la salud, pero en realidad no hace tanto que el beso ha salido a la calle. ¿Recordáis la famosa fotografía de Robert Doisneau, de aquel día de 1950, en que sorprendió a dos personas anónimas besándose de una manera maravillosa en las calles de París? Al cabo del tiempo nos hemos enterado de que era un montaje. Yo habría preferido no saberlo.