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Una corrosiva decepción

Por 2 de junio de 2009 Sin comentarios

Eder. Óleo de Irene Gracia

Basilio Baltasar

 

Nos lamentamos por los lectores que se distancian fríamente de nuestros periódicos de papel pero no hacemos nada para corregir una de las causas de ésta desafección. El desarrollo institucional europeo ha puesto en evidencia hasta qué punto la prensa apoya incondicionalmente el calendario de gestión impuesto por la clase política. Y éste concubinato es el que esparce, difunde y consolida el doble absentismo que hoy nos desconcierta: desmovilización ciudadana ante las urnas europeas y reticencia a leer los órganos civiles de la opinión.

La prensa puede actuar como feroz opositor a sus gobiernos nacionales pero por algún motivo prefiere aplaudir las directrices adoptadas por Bruselas. Cualquier reserva ante la llamada construcción comunitaria, cualquier crítica frontal al mecanismo burocrático bruselense, se considera una señal de mal gusto político y son muy pocos los que en estas condiciones de consenso generalizado se permiten el lujo de disentir. ¿Quién desea ser confundido con los reaccionarios o los anti sistema?

La insólita identidad entre prensa e instituciones europeas -asombroso brote caciquil en el seno de la Europa de la Ilustración- ha sembrado entre los lectores una corrosiva decepción cuya creciente amenaza nadie está dispuesto a reconocer. Los ciudadanos se distancian de sus periódicos y de las urnas europeas con la misma cautela. En lugar de prestarse a entender la deriva de la opinión ciudadana (incluso la de aquellos europeístas como yo), o dar forma a los irregulares estados de ánimo que inspira la complejidad y la lejanía de las instituciones europeas, los periódicos se muestran partidarios eufóricos del proceso, contribuyen a orquestar las opiniones institucionales y asumen la responsabilidad de una pedagogía que, en realidad, no les corresponde.

Está por ver en qué desemboca esta inesperada complicidad (tan extraña al comportamiento del periodismo), pero por el momento fructifica ante nuestra impotencia la semilla de un recelo invisible.

Ahora asistimos a un nuevo capítulo de esta amarga comedia: la consagración de Tony Blair como primer presidente de la Unión Europea. Su precipitada carrera de sonoros fracasos no impide que alguien -¿Quién? ¿Cómo?- lo considere el mejor candidato al que pueden aspirar los europeos. Blair impulsó decisivamente la catastrófica Guerra de Irak, se vio obligado a abandonar su jefatura por ser el más impopular de los gobernantes británicos y se ha mostrado como un mediador perfectamente inútil en Oriente Medio. Sin embargo, este currículo no impide que alguien le recompense nuevamente con un cargo que, al parecer, le hace mucha ilusión.

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Basilio Baltasar

Basilio Baltasar (Palma de Mallorca, 1955) es escritor y editor. Autor de Todos los días del mundo (Bitzoc, 1994), Críticas ejemplares (BB ed; Bitzoc), Pastoral iraquí (Alfaguara), El intelectual rampante (KRK), El Apocalipsis según San Goliat (KRK) y Crítica de la razón maquinal (KRK). Ha sido director editorial de Bitzoc y de Seix Barral. Fue director del periódico El día del Mundo, de la Fundación Bartolomé March y de la Fundación Santillana. Dirigió el programa de exposiciones de arte y antropología Culturas del mundo (1989-1996). Colabora con La Vanguardia y con Jot Down. Preside el jurado del Prix Formentor y es director de la Fundación Formentor.

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