
Eder. Óleo de Irene Gracia
Basilio Baltasar
El autobús de los filósofos y el autobús de los teólogos circulan por Madrid fomentando con sus mensajes un viejísimo dilema: "Probablemente, Dios no existe. Deja de preocuparte". "Dios sí existe, confía en Él".
Como era de esperar, los prelados de la Conferencia Episcopal ya han hecho público su enfado y el cardenal de Madrid, Antonio María Rouco, ha dedicado al asunto su reciente homilía dominical. El presidente de los obispos considera que la iniciativa de los librepensadores españolas es una "publicidad lamentable" aunque aprovecha el reproche para advertir que si un católico respeta y ama a todos los hombres también ama y respeta a los ateos: "especialmente a ellos, que por vivir sin fe son los que más necesitan respeto y amor".
Sin embargo, subraya el cardenal, el respeto no supone dejarles decir lo que quieran pues no es aceptable que se diga o insinúe que "los creyentes vivimos preocupados por creer en Dios" y por ello apela a las autoridades competentes "para que tutelen como es debido el derecho de los ciudadanos a no ser menospreciados y atacados en sus convicciones de fe".
Pocas veces podrán verse tan pulcramente resumidos los 1.700 años de historia romana: si solicitamos al poder temporal que haga callar a los hombres es a causa del amor que nos inspira su desordenada existencia.
La homilía contiene fragmentos reveladores sobre la reorganización conceptual de la ciencia jurídica que implacablemente acomete la jerarquía católica española. Para la institución eclesiástica, la libertad de expresión que utilizan los librepensadores es mofarse del amor divino y "hablar mal de Dios". En suma, las opiniones laicas son un "abuso" que al cercenar "la libertad religiosa" perjudica a los creyentes.