
Eder. Óleo de Irene Gracia
Basilio Baltasar
Por eficaz que sea el trabajo de los jueces encargados de perseguir y desarmar las redes de corrupción, al final descubriremos consternados el verdadero daño cometido por los políticos corruptos. ¿Les parece intolerable el saqueo llevado a cabo por estos amiguitos sinvergüenzas? El capital sustraído con alevosía y nocturnidad a los contribuyentes, es un expolio al producto de nuestro trabajo, y una dolorosa humillación: nos ofende que nos roben en nombre de altos ideales morales. Nos fastidia, podría decirse.
Pero lo peor no es el botín que alegremente se embolsan. Lo peor es el paisaje desolador que dejan a sus espaldas. Detrás de cada operación furtiva consumada desde las instituciones hay una comunidad de empresarios, profesionales y proveedores tratados como imbéciles. Los que no quisieron plegarse a entregar las comisiones de favor se han visto obligados a resolver un duro dilema: o se incorporan a las redes de corrupción que corroen nuestro sistema social o se resignan a perder las oportunidades que necesita su negocio. Asi acaba la retórica exaltación de la libre empresa y su estimulante competencia.
Los cargos que se pueda imputar a los políticos hermanados por la moda de vestir bien cumplimentan un repertorio muy elocuente (soborno, cohecho, malversación de fondos) pero la acusación más ajustada a su delito es ésta: enseñar a los que aspiran a firmar contratos de servicios con el Estado como funcionan las cosas. Esto es lo irreparable.