
Eder. Óleo de Irene Gracia
Basilio Baltasar
Nada puede complacer más al Estado Vaticano que presentar a sus adversarios como enemigos de la religión. Es una costumbre muy arraigada entre unos libelistas que raras veces pierden la ocasión de encasillar a sus críticos como ateos hostiles a la piadosa convicción de los creyentes.
Es una estrategia publicitaria, no obstante, que sólo en España ha podido prosperar. En los países que hicieron a su debida hora la reforma protestante y los sucesivos episodios de la modernidad, la secularización es entendida como la construcción de un espacio cívico ajeno a la pretensión legislativa de las iglesias. Los artífices de esta laicidad no discuten la existencia de Dios pero sí marcan severamente el límite que deben respetar los clérigos.
En la entrevista que Juan Luis Cebrián hizo ayer a Nicolás Sarkozy, el Presidente francés expresó su asombro ante el poder de la Iglesia Católica en España: "algo inimaginable en Francia".