
Eder. Óleo de Irene Gracia
Basilio Baltasar
Sostiene el Presidente Berlusconi que no se acuerda de Patrizia d’Addario. Hay tantas chicas en su vida que no es fácil recordar a otra rubia despampanante. Pero la prostituta da muchos detalles acerca de las fiestas privadas organizadas por el Cavalliere. Acudió a dos en el Palacio Grazioli y formó parte del grupo de veinte chicas invitadas a reír los chistes del anfitrión, cenar tallarines con setas y tarta de yogur. "No era una cena de gourmet" dice. Berlusconi se refiere a Patrizia como "la chica que no cree en los hombres" y le promete resucitar su fe perdida. Luego reparte regalos: las típicas mariposas, dice Patrizia, tortuguitas, pulseritas, collarcitos y sortijas. Bailan muy agarrados: sonaba My Way (se supone que la canta Frank Sinatra). Y luego llega el que parece ser el gran momento de la orgía berlusconiana, la proyección del potente afrodisíaco que tanto agrada al Presidente. Se apaga la luz del salón, las chicas se sientan en los sofás y se enciende la pantalla: un vídeo larguísimo en donde el Presidente aparece en sus posturas predilectas: ante la multitud que corea aclamaciones fervorosas, con los líderes internacionales, en entrevistas o en disputas parlamentarias. Mientras las chicas hacen la ola, Berlusconi, servicial, se levanta para pedir champán y pizzas.